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lunes, 30 de septiembre de 2019

Matutina de Jovenes : Octubre 1, 2019

FRATERNIDAD


Alégrate, joven, en tu juventud, y tome placer tu corazón en los días de tu adolescencia. Eclesiastés 11:9


El béisbol era mi deporte favorito en mi lejana infancia. En realidad, el béisbol era lo único que se jugaba en mi aldea. Un día, mis primos trajeron de la Ciudad de México una pelota de cuero grande con gajos. No traían guantes ni bates. Nos dijeron que se jugaba con el pie y que no se valía meter las manos, excepto el portero. Nos fuimos al patio de la escuela, y pronto aquel grupo de muchachos le estaba dando a la pelota con la punta de sus botas vaqueras. A mí me pusieron en la portería y el primer disparo me dio en un ojo. Luego de haber llorado, casi tuerto volví a la portería, hecha con dos ramas de roble.

Decidimos seguir con el béisbol. Yo era el menor del grupito de parientes, así que mi hermano mayor me dijo: “Cuando yo le pegue a la bola tú corres hacia allá y te detienes en aquella mancha de cal”.

Años después nos fuimos a la ciudad. Ahí había un pequeño estadio donde jugaban “Los Piñeros”. Como no teníamos para pagar la entrada, nos colgábamos de la barda para mirar algo. Un día mi amigo Noé me dijo: “Cuando bateen un foul hacia el lado opuesto a nosotros, vamos a saltar la barda”. Funcionó. Un bateador fauleó la pelota en dirección opuesta, y toda la gente, aun los guardias, voltearon en esa dirección. Saltamos la barda.

Y así transcurría la vida. Los sábados íbamos a la iglesia, los domingos al béisbol, a montar a caballo y a jugar fútbol en la calle, y los otros días a trabajar. Había terminado la secundaria y no había más que estudiar, excepto la lección de la escuela sabática.

¡Qué tiempos!

Nunca olvidé la lección de mi hermano mayor en el juego. Él bateaba y yo corría. Él hacía lo que yo no podía. Así funciona el plan de salvación. Jesús, nuestro Hermano mayor, hace lo que nosotros no podemos: vencer al pecado, al diablo y a la muerte. Nosotros hemos de correr lejos del pecado y arrojarnos a los pies de Jesús. También aprendí del tiempo de gracia. Si llegaba a la base antes que la pelota, todo estaba bien; si la pelota llegaba primero, estaba fuera.

En el juego de la vida, pide la ayuda de Jesús, tu Hermano mayor, y aprovecha tu tiempo de gracia.

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