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viernes, 13 de abril de 2018

Matutina de Adultos: Abril 13, 2018

El camino del Calvario


«Lo golpeaban en la cabeza con una vara y lo escupían, y arrodillándose delante de él le hacían reverencias. Cuando se cansaron de burlarse de él, le quitaron el manto rojo y le pusieron su propia ropa. Después se lo llevaron para clavarlo en la cruz». Marcos 15: 19, 20, TIA


CUANDO JESÚS SALIÓ DE GETSEMANÍ, sus pies iniciaron el doloroso camino hacia el Calvario. Había aceptado cargar con la culpa de los pecadores, y el castigo que ellos merecían caería sobre él. El juicio, celebrado de noche, fue ilegal y atrozmente injusto, basado en falsas acusaciones. Entre la noche del jueves y la madrugada del viernes, Jesús compareció ante Anás, Caifás, dos veces ante el Sanedrín, Herodes y dos veces ante Pilato.


 
El viernes por la mañana, Cristo fue crucificado en el Calvario, y hubo tinieblas sobre la tierra; aquel viernes de condena y crucifixión fue el día más oscuro de la historia. La humanidad mostró la mayor ingratitud y perdió toda noción de justicia; la mayor crueldad y el mayor pecado se afrontaron al mayor acto de amor de Dios.

No es posible imaginar ni narrar la crucifixión de Jesús sin que el corazón se quebrante. Sus manos y pies fueron traspasados por los clavos en el madero. El sol se ocultó para no ver la sangrienta y horrible escena de Jesús ofreciéndose voluntariamente a morir en la cruz.

Durante esas horas previas a su muerte, Jesús pronunció palabras de inmensa transformación y esperanza para la humanidad perdida en la miseria. Cuando Jesús le dijo al ladrón en la cruz: «De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso» (Lucas 23: 43), lo dijo también para nosotros. Sin embargo, «Cristo no prometió que el ladrón estaría en el paraíso ese día. Él mismo no fue ese día al paraíso» (Elena G. de White, El Deseado de todas las gentes, p. 711). La Biblia nos enseña que la recompensa del creyente será otorgada en la resurrección y, por eso Cristo resucitó, para que tengamos la misma certeza de estar con él en la Tierra Nueva.

Lo que Jesús le dijo al ladrón en la cruz nos garantiza que todos podemos ser salvos en Cristo. Si confesamos nuestros pecados y nos entregamos a él de todo corazón, podremos vivir junto a él por la eternidad.

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