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lunes, 3 de abril de 2017

Matutina de Damas : Abril 3, 2017

Por dentro y por fuera


«Hay camino que al hombre le parece derecho, pero es camino que lleva a la muerte» (Proverbios 14: 12).


Nuestra iglesia organizó un día de limpieza en primavera. Podíamos elegir entre trabajar en el interior o en el exterior del templo y, puesto que los días soleados de Rochester, Nueva York, son muy poco frecuentes, Gretchen, mi amiga jardinera, y yo, decidimos trabajar en el exterior. Nuestro cometido era arrancar la maleza del cerco de ladrillo de la parte delantera de la iglesia. Yo me encargué del lado izquierdo y Gretchen, del otro.

Entre flores y arbustos, me dediqué a arrancar malas hierbas que no debían crecer allí, Arrancaba aquellas intrusas de raíz y la mayoría salían fácilmente. Después de varias horas pensé que había terminado, pero entonces vi dos grandes plantas que parecían estar raramente ubicadas entre los demás arbustos. Gretchen dijo: «Es maleza. Arráncala». Me sorprendí, porque eran tan bonitas que creí que eran plantas, pero el ojo experto de Gretchen había sabido diferenciarlas. Tiré de la más pequeña con todas mis fuerzas, pero no hubo manera de arrancarla, pues su raíz era enorme. Una herramienta de jardinería me ayudó a extraerla de raíz. Entonces lo intenté con otra; sus raíces eran el doble de las de la primera e incluso utilizando la herramienta de jardinería no logré siquiera moverla. Llamé a uno de los diáconos para que me ayudara y tuvo que dar cuatro hachazos a la raíz para lograr arrancarla.

El pecado es como la mala hierba: se arraiga profundamente. Puede tener buena apariencia al ojo desentrenado y, por tanto, resultar apto para vivir en la tierra de nuestros corazones. Sus raíces se asientan profundamente en nuestras almas, y brota aparentando ser una planta buena. Solo el experto ojo de Dios puede revelarnos que es pecado. Como aquel diácono, el poder de Dios, a traves del Espíritu Santo, lo arrancará de raíz si le pedimos que lo haga.

Jesús, en estos momentos, está haciendo «limpieza primaveral» en nuestros corazones. Cooperemos con su amante mano, la única que puede arrancar la «maleza» de raíz en nuestras vidas. Dejemos que los principios de su palabra penetren en nuestra vida. Así, en nuestros corazones crecerán plantas que llevan el fruto del Espíritu y que son bellas a los ojos del Señor.

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