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martes, 11 de octubre de 2016

Matutina de la Mujer: Octubre 11, 2016

EL REGALO PERFECTO


“Mi pueblo se saciará de mis buenos regalos. ¡Yo, el Señor, he hablado!” (Jer. 31:14).



EN UNA COLUMNA de consejería de una revista de esas que tanto nos gustan a nosotras las mujeres, una lectora hizo la siguiente consulta: “La semana pasada, mi cuñada puso a la venta
muchos de sus enseres para poder hacer así algún dinero que necesitaba. Mi esposo y yo fuimos a su ‘mercadillo’ para ayudarla comprándole algo, pero me quedé atónita al ver uno de los objetos que estaba vendiendo. Era un regalo muy caro que mi esposo y yo le habíamos hecho por Navidad, y estaba pidiendo por él la mitad de lo que a nosotros nos había costado. Era evidente, además, que nunca lo había usado. Me volví a mi esposo para quejarme por aquella falta de ética de su hermana, pero él simplemente me dijo: ‘Es suyo, y puede hacer con sus cosas lo que le dé la gana’. Nos enfadamos mucho. ¿Quién estaba en lo correcto, él o yo?” La respuesta fue: “Tu esposo estaba en lo correcto. Tu cuñada puede hacer con su regalo lo que mejor le parezca”.*

A veces queremos controlar las dos partes de un suceso, pero eso no es posible. Por ejemplo, no tenemos control alguno sobre la gratitud de los demás; por eso no tiene sentido albergar expectativas a este respecto, que sin duda se verán defraudadas antes o después cuando alguien no nos agradezca como esperamos. La gratitud no se puede forzar. Lo único que podemos hacer con respecto a la gratitud es intentar, en lo que respecta a nosotras, que forme parte de nuestro día a día. En lo que respecta a los demás, simplemente no se puede hacer nada, y lo que menos se puede hacer es decepcionarse o exigirla.

En esto de regalar, lo único que está bajo nuestro control es nuestra parte; si no, no es regalar liberalmente, es utilizar el privilegio de regalar para creemos mejores, superiores o generosas. Nada más lejos del regalo perfecto. Así, simplemente, no funciona.

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