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jueves, 8 de septiembre de 2016

Matutina de Menores: Septiembre 8, 2016

NO LE DIGAS A NADIE


Vino a él un leproso, rogándole; e hincada la rodilla, le dijo: Si quieres, puedes limpiarme. Y Jesús, teniendo misericordia de él, extendió la mano y le tocó, y le dijo: Quiero, sé limpio. Marcos 1:40,41.



Era tarde en la noche cuando la última persona fue sanada. La mayoría de nosotros , Expensaría dormir hasta tarde la mañana siguiente, pero Jesús no durmió mucho aquella noche. Tan pronto como
comenzó a haber luz, en silencio se retiró discretamente de la casa y se encaminó a las montañas.

Jesús quería estar solo con su Padre. Esa era la fuente secreta de poder de su vida. Los problemas podían ser muchos y continuados, pero él sabía que estaba siguiendo la dirección de su Padre.

Apareció un problema cuando estaba sanando y enseñando cerca del layo, [a multitud lo rodeaba como siempre ocurría, y un hombre con una enfermedad desagradable y aterradora se paró a la distancia, mirando la escena.

Este leproso sabía que no podía acercarse a la multitud. No obstante, había oído sobre cómo Jesús sanaba a la gente y, como fuera, no podía mantenerse alejado. Cuanto más tiempo miraba a Jesús sanando a los enfermos, tanto más se fortalecía su fe. Se fue acercando cada vez más y más. La gente retrocedió, tropezando unos con otros al intentar salirse del camino.

“¡Regresa a donde perteneces!”, gritaban algunos. Pero el leproso no los escuchaba: se dirigía a Jesús. Cayendo a los pies del Maestro, suplicó ayuda. ¿Lo sanaría Jesús? Como la música más dulce, vinieron en respuesta aquellas maravillosas palabras: “Lo haré”. De pronto, la piel del hombre se volvió suave y saludable otra vez. ¡Estaba curado!

“No le cuentes a nadie sobre esto”, lo instruyó Jesús; “pero ve y muéstrate al sacerdote y presenta tu ofrenda como está dicho en la ley de Moisés”.

Por ley, todos los casos de lepra eran inspeccionados por los sacerdotes. Y Jesús quería asegurarse de que se tomara una decisión imparcial al considerarse la cura del leproso, antes de que cualquier rumor llegara a los oídos de los líderes religiosos.

No solo eso, Jesús tampoco quería que las noticias de la cura del leproso se extendieran porque sus enemigos la usarían como una excusa para detener su trabajo. Dirían que estaba reuniendo a los impuros a su alrededor y quebrando la ley y el orden.

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