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domingo, 25 de septiembre de 2016

Matutina de Menores: Septiembre 25, 2016

OLAS ALTAS Y UNA CAMINATA SOBRE EL AGUA


¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste? Mateo 14:31.



Los discípulos no obedecieron a Jesús inmediatamente. Estuvieron dando vueltas . .Por la playa esperando que fuera, pero finalmente se hizo oscuro, así que entraron en el bote.

Murmurando, refunfuñando y quejándose porque no habían sido capaces de coronar a Jesús como rey, comenzaron a remar los 4,8 km, o más, hacia Capemaum. Tenían un estado de ánimo tormentoso, y Dios les envió algo para desviar su atención de sí mismos. El viento ya se estaba levantando, y pronto un temporal rugió sobre su bote, llevándolos muy lejos de su curso. Ahora, su queja se convirtió en temor. En medio de la oscuridad, con olas que chocaban por todos lados, se dieron cuenta de cuánto necesitaban al Maestro.

Jesús los estaba observando cuando eran zarandeados lejos de la orilla. No los había olvidado. Estaba esperando hasta que sus corazones fueran suavizados y humildemente oraran pidiendo ayuda.

Justo cuando los discípulos pensaban que iban a morir, levantaron su vista y vieron una figura misteriosa que caminaba hacia ellos sobre el agua. “¡Es un espíritu!”, gritaron.

Sus manos se habían aferrado como acero de los remos, pero ahora estaban flojas. El bote se balanceaba, mientras sus aterrorizados ojos se clavaron sobre aquel espectáculo misterioso y terrorífico.

La figura seguía caminando como si fuera a pasar junto a ellos, cuando repentinamente se dieron cuenta de quién era, y gritaron pidiéndole ayuda.

Jesús respondió: “¡Tened ánimo: yo soy. no temáis!” (Mateo H:27).

Pedro se entusiasmó tanto que no se podía quedar quieto. “Señor, si eres tú, dime que vaya contigo sobre el agua”. “Ven”, respondió Jesús.

Mirando directamente a su Señor, ¡Pedro efectivamente caminó sobre las aguas, también! Pero, luego, estuvo tan satisfecho con su nueva habilidad que miró atrás, para ver si el resto lo estaba mirando. Justo en ese momento estaba en una depresión entre dos olas, y perdió de vista a Jesús. “Señor, ¡sálvame!”, gritó mientras comenzaba a hundirse. Jesús extendió su brazo y tomó de la mano a su discípulo. Lado a lado, caminaron de regreso al bote. Ahora Pedro no tenía ninguna razón para presumir. Pero tenía una pregunta que responder para sí mismo: Jesús quería saber por qué había dudado.

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