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martes, 27 de septiembre de 2016

Matutina de Jóvenes: Septiembre 27, 2016

"UN DIOS PERDONADOR"


“Tú eres un Dios perdonador […], y todo amor” (Nehemías 9:17).


En su obra Los miserables, Víctor Hugo nos cuenta la historia de Jean Val- jean, un hombre que fue condenado a diecinueve años de cárcel por haber robado un mendrugo de pan. Después de ser
liberado, nadie quería ayudarlo porque era un expresidiario. Entonces se encontró con un obispo que se compadeció de él. Dice el relato que el obispo “instaló a su huésped en la alcoba”. Pero dormir era lo menos importante para Valjean.

Tras saber que el obispo y su hermana dormían, Valjean sigilosamente se levantó y les robó la cubertería de plata. A la mañana siguiente, la primera en darse cuenta del hurto fue la señora Maglorie, que corrió a dar aviso al obispo. Maglorie todavía no había terminado de hablar cuando tres policías llegaron a la casa junto con Valjean.

Cuando el obispo salió a la puerta todos se sorprendieron al oír sus palabras: -¡Ah, has regresado! -dijo mirando a Jean Valjean- Me alegro de verte. Te había dado también los candeleros, que son de plata, y que pueden valer también doscientos francos. ¿Por qué no te los llevaste con los cubiertos?

Jean Valjean abrió los ojos y miró al venerable obispo con una expresión que no podría pintar ninguna lengua humana.
-Monseñor -dijo uno de los policías-, ¿Es verdad entonces lo que decía este hombre? Lo encontramos como si fuera huyendo, y lo hemos detenido. Tenía esos cubiertos…

-¿Y les ha dicho -interrumpió sonriendo el obispo- que se los había dado un hombre, un sacerdote anciano en cuya casa había pasado la noche? Ya lo veo. Y lo han traído acá.
-Entonces -agregó el policía-, ¿Podemos dejarlo libre?
-Sin duda -dijo el obispo.

Aquella mañana Valjean tuvo un encuentro cara a cara con el perdón. El ladrón fue tratado como si no lo fuera. Conservó los utensilios como un recuerdo de la bondad de aquel anciano y desde entonces dedicó su vida a ayudar a los necesitados. El perdón lo transformó.

¿Qué sería de nosotros si Dios nos tratara como merecemos a causa de nuestros pecados? No sé tú, pero yo hoy voy a disfrutar de estas palabras: “El Señor es tierno y compasivo […]; no nos ha dado el pago que merecen nuestras maldades y pecados” (Salmo 103:8-11).

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