Buscar...

lunes, 19 de septiembre de 2016

Matutina de la Mujer: Septiembre 19, 2016

“CONVERTIR TU EXPERIENCIA EN SU HISTORIA – 3”


«Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida […], lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre y con su Hijo Jesucristo». 1 Juan 1: 1, 3



El viejo adagio es cierto, ¿no crees? «Cualquier cosa digna de ser dicha es digna de ser bien dicha». Por eso es tan útil poner por escrito tu testimonio personal: no solo para refinarlo, sino también para
memorizarlo. Aunque nadie quiere que su relato parezca un informe de un alumno de tercer curso de primaria con un «En mis propias palabras…», dedicar tiempo, no obstante, a dar forma a tu testimonio puede hacerlo no solo «recordable», sino también memorable.

¿Qué deberías tener presente a la hora de convertir tu relato no solo en historia, sino en el relato de Dios? Bill Hybels, en su libro Just Walk Across the Room, ofrece cuatro sugerencias.

Sé breve. Tu testimonio no debería durar más de tres minutos. Presta atención al lenguaje corporal de la otra persona. Mantén tu relato lo bastante corto como para permitirle formular preguntas.

Sé claro. «Lo único peor que un relato largo es un relato largo que sea incoherente» (p. 120). Hybels quiere decir que mantengas tu testimonio simple con una línea argumental clara que «transmita el latir de tu viaje de fe».

Evita la fraseología marcadamente religiosa. Corta la jerga espiritual o beata que usamos los iniciados: «Cuando conocí la verdad» podría expresarse mejor diciendo «Cuando descubrí lo que la Biblia enseñaba»; «Cuando el Espíritu Santo incendió mi corazón» (¿En serio? ¿Cómo apagaron el incendio?) podría quedar mejor así: «¡En Jesús he descubierto una razón totalmente nueva para vivir!».

Evita la prepotencia. Nada enfría con más rapidez a un no cristiano que un espíritu de prepotencia moral. Si mi relato se convierte en un informe de mi superioridad espiritual sobre los que «no tienen la verdad», es mejor que me guarde mi relato para mí mismo.

Para vender productos, la publicidad de la Madison Avenue se vale de fotos de antes y después. Porque nada convence más que el testimonio de que «¡A mí me funcionó!». Así es con Jesús. Nuestras imágenes de «antes» —temor, culpa, conducta autodestructiva, ego— son asombrosamente similares. Por eso la gente por doquier anhela una nueva imagen de «después» —paz, perdón, dominio propio, humildad—. Y por eso necesitan tu testimonio. Porque tu experiencia es una imagen muy atractiva, cautivadora de antes y después para Jesús.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario