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viernes, 5 de agosto de 2016

Matutina de Menores: Agosto 5, 2016

EL BEBÉ ERA LA PRUEBA


Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. Mateo 1:21.



Emocionados, los pastores corrieron hacia Belén y, tal como el ángel lo había prometido, encontraron al bebé santo en el establo, con los animales. Con reverencia, caminaron hacia aquel sucio pesebre
que ALBERGABA al Salvador del mundo: ¡su Salvador! Era un momento que nunca olvidarían en toda su vida.

Salieron deprisa con el informe gozoso de que el Salvador por fin estaba aquí. Con el tiempo, las noticias se filtraron entre los sacerdotes y los gobernantes de Jerusalén. Deberían haber estado emocionados también, pero, en lugar de ello, encogieron sus hombros y se dedicaron a sus negocios, como si nada especial hubiera ocurrido.

Si los líderes no estaban prestando ninguna atención a esta fascinante noticia, ciertamente había alguien a quien sí le importaba. El diablo sabía qué había pasado en Belén. ¡Jesús había llegado, finalmente, a la Tierra! El maligno rápidamente prestó toda su atención.

“En el cielo, Satanás había odiado a Cristo por la posición que ocupara en las cortes de Dios. Lo odió aún más cuando se vio destronado. Odiaba a aquel que se había comprometido a redimir a una raza de pecadores. Sin embargo, a ese mundo donde Satanás pretendía dominar, permitió Dios que bajase su Hijo, como niño impotente, sujeto a la debilidad humana. Le dejó arrostrar los peligros de la vida en común con toda alma humana, pelear la batalla como la debe pelear cada hijo de la familia humana, aun a riesgo de sufrir la derrota y la pérdida eterna” (El Deseado de todas las gentes, p. 32).

Desde el mismo comienzo de su rebelión había proclamado que Dios no era abnegado. ¡Pero, ahora Jesús estaba allí! Había dicho que a Dios no le importábamos, pero Jesús estaba vivo y acostado justo allí, en brazos de María, como prueba positiva de que lo que había dicho no era verdad. Así que, Satanás tenía que fraguar alguna confabulación y un plan rápido para destruir a Jesús. Ningún niño nacido en este mundo enfrentaría tales tentaciones y la terrible furia de los demonios como lo hizo Jesús. Nadie ha tenido que sufrir alguna vez el paquete completo de terribles tentaciones que el enemigo concibió para Jesús.

So mismo nombre, Jesús, siempre haría enojar a Satanás, porque significaba que el Hijo de Dios había venido a salvar al pueblo de los pecados.

Dios había intentado mostrar a través de cualquier medio posible que sí le importamos y que estaba preocupado. Ahora, Jesús nacía como una prueba completa, inconmensurable, de que su amor era más profundo y más fuerte que cualquier cosa en el universo entero.

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