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viernes, 5 de agosto de 2016

Matutina de Adultos: Agosto 5, 2016

Enfrentamiento en el desierto – Segunda parte


«Jesús le respondió; “Escrito está: No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”’». Mateo. 4: 4, NVI



«Escrito está», «Escrito está», «Escrito está»: tres veces, esa fue su única arma bajo el ataque demoniaco. Pero, ¿cuál será nuestra defensa hoy? Con toda sinceridad, tiemblo por esta generación
de los elegidos que ahora debe atravesar el mismo desierto y afrontar al mismo antagonista.

Porque hemos formado una generación que ya no acude a la página impresa, sino más bien a la pantalla electrónica. Sin lugar a dudas, la tecnología no es nuestro enemigo. Pero cuando las pantallas de nuestras computadoras portátiles y nuestras agendas electrónica y nuestras computadoras de oficina y los televisores son los únicos lugares en los que no detenemos lo suficiente como para leer, no es de extrañar que la polvorienta página de la Sagrada Escritura difícilmente pueda competir. El diablo fue derrotado en el enfrentamiento en aquel desierto por un inconmovible «Escrito está».

Ha pasado el resto de la historia asegurándose de no repetir el mismo ERROR para no volver a ser derrotado de la misma manera. Y, por ello, se ha dedicado metódicamente a borrar el «Escrito está» de nuestra vida y del mundo. Hoy vivimos en un mundo con más Biblias per cápita que en cualquier momento de la historia, pero un mundo que puede pasar a la historia como la generación más bíblicamente iletrada de los tiempos modernos.

En serio, fuera de las lecturas académicas obligatorias, ¿quién lee ya nada con profusión? Las novelas de suspense de John Grisham, Stephen King y Dan Brown no cuentan. Tampoco la prensa amarilla ni los suplementos deportivos. Fuera de la lectura exigida profesionalmente u obligada académicamente, ¿quién lee todavía? «Escrito está». ¿De verdad? ¿Dónde?

La respuesta del enfrentamiento de Jesús dada a Satanás era una cita directa de Deuteronomio 8: 3. De hecho, para las tres tentaciones, su respuesta calculada fue una cita del Deuteronomio. No tenía una Biblia de bolsillo, ni agenda electrónica ni computadora portátil con las Escrituras; simplemente las citaba de memoria. Entonces, ¿cómo aprendió? «El niño Jesús no recibió instrucción en las escuelas de las sinagogas. Su madre fue su primera maestra humana. […] Su conocimiento íntimo de las Escrituras nos demuestra cuán diligentemente dedicó sus primeros años al estudio de la Palabra de Dios» (El Deseado de todas las gentes, cap. 7, p. 53). Memorizar las Escrituras. No es posible ser demasiado joven ni demasiado viejo. Y con los simples pasos que aprenderemos mañana, convertir el «Escrito está» en «Memorizando está» tampoco tiene por qué ser demasiado difícil.

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