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jueves, 4 de agosto de 2016

Matutina de Menores: Agosto 4, 2016

CUANDO LOS ÁNGELES CANTARON


Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor. Lucas 2:10,11.



En los campos donde David había pastoreado a las ovejas siglos antes, los pastores trabajaban por turnos, vigilando a sus rebaños. Y pasaban las horas hablando y orando sobre el Salvador prometido.
De pronto, las oraciones y la conversación se detuvieron en seco. Delante de sus ojos sorprendidos, había un ángel brillando con todo el esplendor del cielo. ¡El fulgor de la luz y lo repentino de su aparición hicieron que los pastores temblaran!

El ángel los calmó con sus primeras palabras: “No teman”. No debían tener miedo porque había venido a traerles la noticia más maravillosa: ¡EL SALVADOR HABÍA NACIDO!

Los pastores, como muchos en aquel tiempo en Israel, creían que el Rey que llegaría les traería grandeza nacional. No obstante, debían estar preparados para recibirlo como un humilde rey, en vez de lo anterior. “Esto les será por señal”, dijo el ángel: “encontrarán al niño envuelto en pañales acostado en un pesebre”.

No encontrarían al bebé Jesús cubierto de seda, como señal de realeza, ni tampoco sería colocado en alguna cuna forrada de raso, con sirvientes que lo asistieran. Nació en el lugar más bajo posible: en un pesebre, con animales del establo por todas partes. Y su cuna estaba forrada con paja.

Como todos los bebés judíos. sería lavado en agua y frotado con sal: luego, lo acostarían en forma diagonal sobre un trozo cuadrado de tela, con las esquinas dobladas por encima, y envuelto suavemente con tiras de tela, para sostenerlas en su lugar.

“El mensajero celestial había calmado sus temores. Les había dicho cómo hallar a Jesús. Con tierna consideración por su debilidad humana, les había dado tiempo para acostumbrarse al resplandor divino. Luego, el gozo y la gloria no pudieron ya mantenerse ocultos. Toda la llanura quedó iluminada por el resplandor de las huestes divinas. La tierra enmudeció, y el cielo se inclinó para escuchar el canto: ‘Gloria en las alturas a Dios, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres’…

“Al desaparecer los ángeles, la luz se disipó, y las tinieblas volvieron a invadir las colinas de Belén. Pero en la memoria de los pastores quedó el cuadro más resplandeciente que hayan contemplado los ojos humanos” (El Deseado de todas las gentes, p. 31).

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