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jueves, 25 de agosto de 2016

Matutina de Menores: Agosto 25, 2016

FE, OBEDIENCIA Y SU PRIMER MILAGRO


Su madre dijo a los que servían: Haced todo lo que os dijere. Juan 2:5.



Los últimos dos meses habían sido muy tristes para María. Después de la muerte de José, la soledad se había instalado en su alma. Extrañaba tanto a su marido. Pero cuando Jesús se fue, un vacío más
profundo la envolvió.

Luego, llegaron las emocionantes y felices noticias: Jesús y sus nuevos discípulos habían aceptado la invitación para asistir a una boda de algunos parientes en Caná.

Cuando Jesús llegó, su corazón palpitaba de alegría. Parecía el mismo… aunque no exactamente. Se veía más delgado, pero parecía tener mayor dignidad, y escondía más poder que antes. Y no podía dejar de notar cómo estos cinco hombres jóvenes que lo seguían -Andrés, Juan, Pedro, Felipe y Natanael  siempre mantenían sus ojos reverentemente sobre él.

Fue difícil para los invitados de la fiesta de bodas guardar su entusiasmo. Se juntaban en pequeños grupos, susurrando ansiosamente y mirando a Jesús. María también notó eso. Ella creía que su hijo era el Mesías y, oh, ¡cuánto quería probarlo a todos los que estaban en la boda! En su orgullo materno, naturalmente quería que Jesús hiciera un milagro.

Súbitamente, hubo una emergencia en la cocina. Como una de aquellas que se habían ofrecido como voluntarias para ayudar en la fiesta, María estaba justo allí, detrás de la escena, cuando ocurrió. Ansiosamente, los siervos susurraron las palabras: “¡Se acabó el jugo de uva!”

Esta era su oportunidad. María se apresuró hacia donde estaba Jesús.

Jesús la miró tiernamente. “Madre”, dijo, “tu preocupación no es realmente la mía. Mi tiempo no ha llegado aún”.

Jesús no estaba siendo irrespetuoso, sino que quería que supiera que estaba esperando el momento y la dirección de Dios para todo. María confiaba absolutamente en su hijo. Dijo a los siervos que lo obedecieran, sea lo que fuere que les indicara.

“Y Jesús respondió a esta fe. El primer milagro fue realizado para honrar la confianza de María y fortalecer la fe de los discípulos” [EI Deseado de todas las gentes, p. 121).

Jesús, simplemente, pidió a los siervos que llenaran seis grandes jarras de piedra con agua, y la sirvieran a los invitados. Cuando vertieron de las jarras, ¡salió un fresco y delicioso jugo de uva!

El agua, convertida en jugo de uva, sabía tan bien que los invitados pensaron que el novio había guardado a propósito lo mejor para el final.

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