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domingo, 17 de julio de 2016

Matutina de Menores: Julio 17, 2016

ADORAR O ARDER


Nuestro Dios a quien servimos puede libramos. Daniel 3: 17.



El rey Nabucodonosor estaba tan complacido con Daniel porque le reveló e interpretó el sueño de la gran estatua que lo promovió como jefe de todos los gobernantes. Daniel no había pedido ninguna recompensa, pero, como le fue dada, quiso que sus tres amigos la compartieran. Así que, Nabucodonosor los colocó en posiciones altas también.

El rey se quedó pensando en aquel sueño La parte que lo impresionó fue la frase que Daniel había usado: “Tú eres aquella calma de oro”. Él, Nabucodonosor el rey riel imperio más grande de del mundo. ¡estaba representado como la cabeza de oro!

Aunque por un momento Nabucodonosor reconoció que el Dios del cielo estaba por sobre todos los dioses, finalmente, recayó en sus Viejos hábitos de idolatría. Sus hombres sabios sacaron provecho de esto, y le sugirieron que construyera una gran estatua similar a la que había visto en su sueño; solo que esta imagen sería fabricada completamente en oro. Inmediatamente, Nabucodonosor se enamoró de esta idea y ordenó que la construcción comenzara lo más pronto posible.

Cuando la estatua estuvo lista, el rey celebró una ceremonia de dedicación gigantesca. El rey Nabucodonosor se sentó en el trono, mirando a las masas desde arriba. Y dio la orden de que al sonido de la orquesta todos tenían que postrarse ante esta imagen ‘brillante. Si alguien no lo hacía, sus soldados arrojarían a tal persona en la hoguera gigante, encendida para la ocasión. ¡Era adorar o arder!

Sadrac, Mesac y Abed-nego podrían haber pretendido que se estaban atando las sandalias u orar a Dios mientras todo el resto se inclinaba ante la imagen. En lugar de ello, ¡permanecieron de pie!

Simplemente, no podían negar al Dios a quien amaban tanto

Pero mientras estaban de pie, algunos de los adoradores los vieron. Y estos observadores corrieron a informar al rey, sacudiendo sus brazos y señalando con sus dedos a esos muchachos judíos, que habían sido nombrados en posiciones tan altas. Probablemente, Nabucodonosor había enviado a Daniel a cumplir con algún recado, porque no estaba allí, pero no se había dado cuenta de sus tres compañeros.

Cuando fueron llamados ante el rey, los tres se pararon sin acobardarse y recordaron al gobernante que su Dios era muy capaz de protegerlos del horno ardiente. Pero, incluso si él elegía no salvarlos físicamente, tampoco iban a inclinarse y adorar a la imagen.

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