Buscar...

jueves, 14 de julio de 2016

Matutina de Menores: Julio 14, 2016

DECISIÓN EN EL SALÓN COMEDOR


Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios. 1 Corintios 10:31.



Desde el principio, Daniel y sus tres amigos enfrentaron una prueba de su carácter. Se acababan de sentar a la mesa para su primera comida y estaban esperando, hambrientos. Caminando, los siervos
entraron llevando bandejas con comida muy caliente y que se veía deliciosa, ¡tomada de la propia mesa del rey!

Pero, algo andaba terriblemente mal. Los muchachos inmediatamente se dieron cuenta. Esa encantadora comida, que se completaba con vino centelleante, había sido dedicada a los dioses babilonios. Y no solo eso: esos platos, también, estaban llenos de carne condimentada y dulces, que sin duda sabrían bien pero que, con seguridad, obstruirían el cerebro y debilitarían el cuerpo.

Daniel miró a sus compañeros y ellos lo miraron. No les llevó mucho tiempo decidir. Sacudieron sus cabezas y amablemente dijeron: “No, gracias”. No fingieron ni por un momento. Podrían haber pasado por las distintas propuestas, escogido algo que estuviera alrededor del cerdo y tomado un sorbito de vino, pero en lugar de ello dijeron No.

Daniel llamó a la mesa a Melsar, el oficial que estaba especialmente a cargo de ellos. “Realmente apreciamos la bondad del rey, pero estamos convencidos de que este tipo de comida refinada dañará nuestra salud. ¿Podríamos comer algo simple, como verduras y fruta, cereal y dátiles?”

Melsar estaba espantado. Negarse a comer la comida de la mesa del rey podría costarles la vida; ¡ni hablar de la suya! A Melsar le agradaban estos muchachos, y pensaba que podían llegar lejos en el servicio al rey. “¡Debe de ser algo serio, si están dispuestos a tomar semejante riesgo!”, pensó para sí mismo.

“Danos diez días de prueba”, insistió Daniel. “Solo diez días; es todo lo que pedimos”.

Después de considerar los riesgos y de observar los rostros sinceros de sus prisioneros favoritos, suspiró. “No sé por qué estoy accediendo a esto… pero está bien”, asintió con su cabeza. “Diez días serán. Pero, muchachos, si más tarde lucen pálidos y débiles, ¡tanto ustedes como yo estaremos en un gran problema!”

Daniel sabía que había ganado el caso. Al obedecer a las leyes de salud de Dios y elegir lo mejor para su cerebro, músculos y nervios, las bendiciones del Señor serían sobre ellos.

Al final de la prueba de diez días, Melsar fue sorprendido, y aliviado, al ver que Daniel y sus amigos no solo se veían más saludables, sino también más perspicaces que cualquiera de los demás que comían los lujos de la mesa del rey.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario