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viernes, 22 de julio de 2016

Matutina de la Mujer: Julio 22, 2016

DIGNA DE ADMIRAR


“[Dios] dará vida eterna a quienes, buscando gloria, honor e inmortalidad, perseveraron en hacer lo bueno” (Rom. 2:7).



NO SOY VIEJA AÚN, pero comparto este pensamiento del gran rabino polaco ya fallecido Abraham Joshua Heschel. Yo también he pasado por el mismo proceso de refinamiento de las percepciones, y
he aprendido lo que es verdaderamente valioso en la vida. No son los logros, ni la inteligencia, ni nuestras capacidades, sino aprender a amar y ser capaces de hacer bien y de tratar bien a los demás.

De poco valen nuestra inteligencia y nuestros talentos si no hacemos el bien como resultado del amor de Dios que nos llena de amor hacia los demás. “Nadie tiene amor puro para con Dios a menos que tenga amor abnegado para con su hermano” (El ministerio de la bondad, cap. 10, p. 87). Y, como dice Pablo: “Tener amor es […] ser bondadoso” (1 Cor. 13:4).

La bondad, esa “inclinación a hacer el bien”, como la define el diccionario, sí que es digna de admirar. Muchos creerán que no, porque han confundido ser bueno con ser blando, ingenuo, sumiso o falto de carácter, pero lo cierto es que hace falta fortaleza moral, grandes dosis de energía, madurez de carácter, equilibrio y estabilidad de ánimo para ser buenos; hace falta Dios. La bondad es la excelencia moral y religiosa. Jesús fue la personificación de la bondad.

La persona que, como Jesús, se sacrifica por los demás a través de actos de bondad es una persona de enorme valor. Yo puedo tener una gran inteligencia, pero si no “sirvo” para nadie, entonces no “sirvo” para nada. Lo ideal sería no disociar ambas cosas, poder hacer el bien a través de la inteligencia y del desarrollo de nuestras capacidades intelectuales, físicas y sociales (¿te imaginas lo que sería tener una gran inteligencia volcada en servir a los demás?) Pero hacer el bien es lo que más pesa, es la razón de ser de todo lo demás. La inteligencia, por sí sola, es tan útil como el fin al que queramos destinarla. ¿Qué te parece destinarla a crear la bomba atómica, o a una vida de placer y orgullo?

“La elocuencia, el conocimiento de la verdad, los talentos raros, mezclados con el amor, son todos dones preciosos. Pero la habilidad sola, los mejores talentos solos, no pueden tomar el lugar del amor” (ibíd., cap. 10, pp. 86, 87).

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