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martes, 19 de julio de 2016

Matutina de la Mujer: Julio 19, 2016

Deja fluir la vida


«Dejen todas sus preocupaciones a Dios, porque él se interesa por ustedes» (1 Ped. 5: 7).



EL DÍA A DÍA está lleno de pequeños y maravillosos detalles: una conversación con nuestros hijos, una cena romántica con nuestro esposo, leer un libro, escuchar un culto, pasear con una amiga,
dedicar los primeros momentos de la mañana a orar… Todas estas actividades hacen que la vida fluya y tenga sentido. Pero cuando estamos preocupadas, todo deja de fluir: la vida se paraliza, la mente se estanca, nuestro mundo se para… Los agobios de lo que vendrá mañana nos impiden desear ir a cenar con nuestro esposo; las vueltas que damos a errores del pasado parecen volver frívolo todo paseo; ¿y quién tiene cabeza para leer un libro cuando algo le preocupa?

Es normal que de vez en cuando estemos preocupadas. Los problemas de la vida son reales, y las incertidumbres del futuro nos acechan tanto como las cosas negativas del pasado. Preocuparse es natural, es lógico, y no es malo, siempre y cuando dure el tiempo necesario para que tomemos decisiones y actuemos, o para que pongamos nuestra confianza en Dios cuando la solución no está en nuestras manos. Pero si la preocupación por nuestros hijos, por el trabajo, por la pareja, por el futuro o por el pasado se instala para quedarse, entonces una luz de alarma ha de encenderse en nuestra mente.

¿Cómo vencer esas preocupaciones que nos absorben y paralizan? Sé que es más fácil de decir que de hacer, pero no podemos ignorar que Jesús, anticipando este mal endémico que nos acecha, nos dio sabios consejos para que no caminemos a ciegas en tales circunstancias.

«No se preocupen por nada. Más bien, oren y pídanle a Dios todo lo que necesiten, y sean agradecidos» (Fil. 4: 6, TLA). «No se preocupen por lo que han de comer o beber para vivir, ni por la ropa que necesitan para el cuerpo. […] Miren las aves que vuelan por el aire: no siembran ni cosechan ni guardan la cosecha en graneros; sin embargo, el Padre de ustedes que está en el cielo les da de comer. ¡Y ustedes valen más que las aves! En todo caso, por mucho que uno se preocupe, ¿cómo podrá prolongar su vida ni siquiera una hora? […] Cada día tiene bastante con sus problemas» (Mat. 6: 25-34).

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