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martes, 19 de julio de 2016

Matutina de Menores: Julio 19, 2016

EL REY LOCO Y SU CONVERSIÓN


Ahora yo, Nabucodonosor, alabo, engrandezco y glorifico al Rey del cielo, porque todas sus obras son verdaderas, y sus caminos justos; y él puede humillar a los que andan con soberbia. Daniel 4:37.



Si se te ocurriera pensar que como Nabucodonosor estuvo tan impresionado por el milagro del horno ardiente su vida cambió y nunca tuvo otro problema, estarías totalmente equivocado. Ni siquiera
cerca. Todavía luchaba con un enorme problema en su vida: el orgullo.

Dios quería salvar a Nabucodonosor de la ruina, que siempre es el destino final del orgullo. Una noche, le dio otro sueño. Esta vez, el rey vio un árbol muy grande con ramas que se extendían por todo el mundo. Luego, un mensajero del cielo, llamado “vigilante”, se acercó a este gran árbol y en voz alta dijo: “Córtenlo, sáquenle las hojas y dispersen el fruto. Pero dejen la cepa de sus raíces en la tierra, con ataduras de hierro alrededor”. Luego, trasladando el símbolo de un árbol a una persona, el vigilante celestial dijo: “Su corazón de hombre sea cambiado, y le sea dado corazón de bestia, y pasen sobre él siete tiempos [años]” (Daniel 4:16).

Nabucodonosor se despertó en un sobresalto, y estuvo grandemente afligido. Tenía la corazonada de que el sueño significaba que algo terrible estaba por ocurrir. Pero, como era usual, ninguno de sus sabios pudo descubrir qué era. Entonces recordó a Daniel y lo llamó.

Inmediatamente, Dios susurró a Daniel el significado. Odiaba tener que contárselo al rey, porque no eran buenas noticias para Nabucodonosor. Después de casi una hora de pensamientos negativos, Daniel juntó suficiente coraje como para informar el significado del sueño.

El gran árbol representaba al mismo rey, que por haber enaltecido su corazón y ser tan orgulloso perdería la cordura y se volvería como una bestia. Daniel rogó al rey que entregara su orgullo a Dios, de manera que esto no ocurriera.

El rey escuchó el consejo de Daniel por alrededor de un año. Luego, un día, estaba caminando en su gran casa y miró hacia afuera, a toda la ciudad de Babilonia, con sus tres hermosos palacios, templos magníficos y un tipo de jardines colgantes, y su orgullo se incrementó. “¿No es esta la gran Babilonia que yo edifiqué?”, se jactó (Daniel 4:30).

Inmediatamente, el rey se volvió loco. Sus oficiales lo sacaron del palacio al campo, donde vivió como un animal por siete largos años. Cuando recuperó su razón, fue un hombre convertido y alabó al Rey del universo.

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