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lunes, 11 de julio de 2016

Matutina de Adultos: Julio 11, 2016

«EL DON DEL FRACASO, EL DON DE SENTIRSE MÁS DESMADEJADO»


«La multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma. Ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común. Y con gran poder los apóstoles daban  testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia era sobre todos ellos». Hechos 4: 32, 33



¿POR QUÉ SOMOS tan severos con nosotros mismos cuando fracasamos? ¿De verdad crees que se puede navegar esta vida sin fracasos reiterados y dolorosos? Anne Lamott, en su libro Traveling
Mercies, habla de la invitación que recibió como autora novel a compartir estrado con un autor de talla mundial. Concebida para ser una noche de réplicas agudas entre ese autor y ella, acabó en desastre cuando Anne expresó mal sus comentarios y avergonzó a su invitado delante de una numerosa audiencia. Mucho después, reflexionando sobre el episodio, escribió: «Mi temor al fracaso me ha perseguido toda la vida y ha sido profundo. Si eres lo que haces, y lo haces deficientemente, ¿entonces qué? La cosa ha terminado; te barren» (p. 142). Sin embargo, al reflexionar sobre la gracia, su paradigma de fracaso pasó a convertirse en un don. «El don del fracaso —concluyó ella— se abre paso a través de todo lo que contenía el aliento y la tensión isométrica de querer dar buena impresión: es el don de sentirse más desmadejado» (p. 143).

¿Podría ser que los elegidos precisemos ese «don de sentirse más desmadejado»? Contener nuestro aliento y adoptar nuestra pose espiritual podría hacernos dar buena impresión un momento, ¡pero es la muerte de la comunidad! Porque al fomentar que surja el rumor de que para entrar a formar parte de nuestra comunidad hay que ser un musculoso gigante espiritual no solo nos engañamos a nosotros mismos, sino que mantenemos nuestra comunidad vacía. Lo cierto es que —igual que la iglesia de Hechos— necesitamos que haya «abundante gracia» sobre todos nosotros.

«La gracia no es ni más ni menos que el rostro que el amor lleva puesto cuando se encuentra con la imperfección, la debilidad, el fracaso, el pecado» (Joseph Cooke, Celebration of Grace, p. 13). Y ¡cuánto necesitamos ese rostro los elegidos! Piensa en todas las personas a las que Dios podría sanar y restaurar ¡si la gracia fuese el rostro que el amor llevase puesto en torno a nuestra iglesia! ¿Una comunidad de «abundante gracia»? Bueno, ¡no podríamos quitárnoslas de encima!

Lutero tenía razón: «El reino [léase comunidad] ha de estar en medio de los enemigos de ustedes. Y el que no quiera soportar esto no quiere ser del reino [de la comunidad] de Cristo; quiere estar entre amigos, sentarse entre rosas y lirios, no con la mala gente, sino con la gente devota. ¡Oh, blasfemos y traidores de Cristo! Si Cristo hubiera hecho lo que hacen ustedes, ¿quién habría llegado a salvarse?».

La verdad es que hemos recibido «abundante gracia»; ahora, démosla a todos gratuitamente.

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