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sábado, 11 de junio de 2016

Matutina de Menores: Junio 11, 2016

UN LEÓN ASALTANTE


Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos. Mateo 24:11.



Jeroboam estaba tan impresionado con el profeta de Dios que había orado para que se restaurara su mano que lo invitó a su casa. “Ven conmigo a casa, y comerás,
y yo te daré un presente” (l Reyes 13:7).

El profeta sacudió su cabeza. “Aunque me dieras la mitad de tu casa, no iría contigo”, respondió, y explicó al Rey que Dios lo había instruido específicamente para que fuera directo a casa y que emprendiera una dirección diferente de la que había tomado para ir a Bet-el.

Había un falso viejo profeta que vivía en la ciudad, que descubrió a dónde se estaba dirigiendo el profeta verdadero y lo alcanzó. “Y el otro le dijo…: Yo también soy profeta como tú, y un ángel me ha hablado por palabra de Jehová, diciendo: Tráele contigo a tu casa, para que coma pan y beba agua” (vers. 18). La Biblia agrega seis palabras a su pequeño discurso: “Y el otro le dijo, mintiéndole” (vers. 18, cursiva añadida).

Este es el método que Satanás ama usar, y tiene mucho éxito con él. Insiste en mentir y mentir, y la gente -incluso algunos de pueblo de Dios- hasta se detiene a escucharlo. Y cada vez que esto ocurre, su posibilidad de caer aumenta grandemente.

Justo antes de que Cristo vuelva, Satanás va a redoblar sus mentiras para engañar a la mayor cantidad de gente posible. Usará falsos profetas, falsos maestros, falsos predicadores, que sonarán sinceros pero que no seguirán completamente la Palabra de Dios.

El verdadero profeta debería haber sabido que Dios no se contradiría. En lugar de ello, ¡el verdadero profeta escuchó al viejo falso profeta y fue a su casa a cenar con un siervo de Satanás!

“Por el hecho de que el profeta verdadero se dejó inducir a seguir una conducta contraria a su deber, Dios permitió que sufriera el castigo de su transgresión” (Profetas y reyes, p. 77). Más tarde, camino a su casa, un león saltó desde los arbustos y lo mató en el lugar. El profeta perdió la vida por escuchar y creer una mentira. Si hubiera escuchado al Señor, habría sabido que se trataba de una falsedad.

Dios podría haber cerrado la boca del león, así como lo hizo por Daniel. Pero este profeta no fue obediente. Si se hubiera permitido al profeta regresar sin peligro después de no haber obedecido la palabra directa del Señor, entonces el rey Jeroboam habría tenido una excusa para continuar en desobediencia.

¿Cuándo dejará el pueblo de Dios de escuchar las mismas viejas mentiras?

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