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sábado, 11 de junio de 2016

Matutina de Adultos: Junio 11, 2016

«MEJOR ENCENDER UNA VELA


«Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias por todos los hombres, por los reyes y por todos los que tienen autoridad, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad. Esto es bueno y agradable delante de Dios, nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y venganal conocimiento de la verdad». 1 Timoteo 2: 1-4



NADIE SABE A CIENCIA CIERTA quién acuñó el dicho «Es mejor encender una vela que maldecir
la oscuridad». No obstante, es un proverbio digno de consideración cuando reflexionamos sobre las profecías apocalípticas de Apocalipsis 13. La alianza global predicha entre las dos superpotencias (una dominantemente religiosa, la otra dominantemente política, pero ambas una alianza de iglesia y estado) es razón suficiente para que los elegidos encendamos una vela de oración intercesora por el bien de sus gobiernos y por el bien del mundo. Más que una arena de combate espiritual, la Palabra profética de Dios es, sin duda, un emplazamiento a la oración.

Y, ¿por quién hemos de orar? En nuestro texto de hoy, Pablo se apresura a presentarnos un llamamiento para que oremos por nuestros dirigentes políticos. Presidentes, primeros ministros, miembros del Parlamento, miembros del Congreso, gobernadores, alcaldes: la lista de dirigentes políticos es larga. Pero ellos también están necesitados. A decir verdad, hay personas en posiciones influyentes en el mundo entero que están siendo dirigidas por el Espíritu Santo para mantener a raya las fuerzas de las tinieblas un poco más por el bien de la misión final de Dios en la tierra. «Los gobernantes y el pueblo seguirán sintiendo la influencia refrenadora del Espíritu Santo, la cual seguirá también dominando hasta cierto punto las leyes del país. […] Dios tiene también [sus agentes] entre los caudillos de la nación. […] Los estadistas que temen a Dios están bajo la influencia de santos ángeles para oponerse a tales proyectos [la unión de iglesia y estado] con argumentos irrefutables. Es así como unos cuantos hombres contienen una poderosa corriente del mal» (El conflicto de los siglos, cap. 39, pp. 595, 596).

En vez de clamar contra la creciente oscuridad resultante de la unión de iglesia y estado y de lamentar el abandono de sus libertades constitucionales por parte de Estados Unidos, encendamos la vela de la oración en nuestro hogar. «Dios bendiga a los Estados Unidos» aún puede ser una oración para la intervención divina en estos tiempos inciertos. Que los elegidos sean conocidos en sus comunidades como hombres, mujeres y niños que aman a su país, que aman a su Señor y que, en función de estas lealtades gemelas, se conviertan en guerreros de la oración en nombre de su doble ciudadanía: su patria y el reino de los cielos.

Hay oscuridad más que de sobra en la que moverse. En lugar de espaciarnos en ella, levantemos la luz de Jesús.

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