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miércoles, 11 de mayo de 2016

Matutina de Menores: Mayo 11, 2016

SIN TEMOR DE NINGÚN GIGANTE


Esforzaos todos vosotros los que esperáis en Jehová, y tome aliento vuestro corazón. Salmo 31:24.



Cuando se declaró la guerra entre los israelitas y los filisteos, los tres hermanos mayores de David se unieron al ejército de Saúl. Isaí estaba preocupado por sus hijos, y envió a David para que les
entregara un mensaje y presentes, y para saber cómo les estaba yendo. Pero, sin que su padre lo supiera, era un ángel quien realmente estaba dirigiendo a David al lugar. Los filisteos recordaban cómo el Dios de Israel había derribado a Dagón, su ídolo favorito, y había enviado una plaga entre ellos. Así que, cuando vinieron contra Israel esta vez, tenían un plan y un hombre. Enviarían a su campeón de la ciudad de Gat para pelear con cualquier israelita que fuera lo suficientemente valiente para enfrentarlo.

Aunque vivía en Gat, Goliat probablemente no era un filisteo, sino un descendiente de Anac, el pueblo de los gigantes. Medía 3,3 metros de alto y usaba una armadura con piezas de metal superpuestas como escamas de pescado. Estas piezas estaban todas tan juntas que ninguna lanza o flecha podía penetrarla. Llevaba una enorme lanza que parecía un poste y que tenía una punta que, por sí sola, pesaba casi seis kilos! En su espalda tenía una jabalina gigante y, por si todo esto no fuera suficiente, tenía un hombre cuya tarea exclusiva era llevar un escudo gigante para protegerlo.

Goliat salía a paso de gigante, cada mañana y cada noche, gritando amenazas y maldiciones, escarnios y burlas, a los israelitas, haciendo todo lo posible para lograr que alguien peleara con él. Afirmaba que el Dios de Israel no era capaz de salvarlos. Fue durante una de estas sesiones de gritos cuando David llegó al campamento. ¡No podía creer lo que escuchaba! No estaba impresionado por el tamaño de Goliat, por su armadura, sus armas o su voz fuerte, sino que estaba profundamente sorprendido y disgustado porque ¡no se había hecho nada para cerrarle la boca!

“¿Quién es este hombre que desafía a los ejércitos del Dios viviente?”, preguntó David.

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