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miércoles, 11 de mayo de 2016

Matutina de la Mujer: Mayo 11, 2016

GENTE COMÚN Y CORRIENTE


“Cuando el Espíritu Santo venga sobre ustedes, recibirán poder y saldrán a dar testimonio de mí, en Jerusalén, en toda la región de Judea y de Samaria, y hasta en las partes más lejanas de la tierra” (Hech. 1:8).



LA SEÑORA Hayes tenía ochenta años cuando el autor cristiano Max Lucado la conoció. El acababa de terminar sus estudios de Teología y comenzaba su primer trabajo cuando ella irrumpió en su
oficina: “Me llamo Edith y ayudo a enfermos de cáncer”. Max le ofreció una silla, pero ella respondió: “No tengo tiempo. Puedes venir tú a visitarme, pero si vienes, te pondré a trabajar”.* Edith, junto con un centenar de mujeres, visitaba a enfermos de cáncer para curarles sus llagas. Mujeres viudas, ancianas, sin preparación… ¿quién las consideraría idóneas para predicar el evangelio? Y sin embargo, lo hicieron eficazmente, allí donde Dios podía utilizarlas. No eran médicas ni enfermeras; psicólogas ni teólogas. Eran mujeres corrientes como tú y como yo, con una convicción: “Dios no llama a gente cualificada, sino que cualifica a la gente que llama”.

Los primeros discípulos de Jesús también eran gente sencilla. Al igual que Edith, simplemente aceptaron el llamamiento del Señor y dijeron: “Aquí estoy yo, envíame a mí” (Isa. 6:8). Jesús se ha propuesto cambiar el mundo con gente sencilla. Hay muchas maneras de dar el evangelio, y el único requisito es haber recibido el Espíritu Santo; él nos capacita para ser útiles a su causa, al igual que capacitó a los discípulos. “Para continuar su obra, Cristo no escogió la erudición o la elocuencia […]. Pasando por alto a los maestros judíos […] escogió a hombres humildes y sin letras para proclamar las verdades que debían llevarse al mundo. […] Para que pudieran tener éxito en su trabajo, iban a ser dotados con el poder del Espíritu Santo. El evangelio no había de ser proclamado por el poder ni la sabiduría de los hombres, sino por el poder de Dios” (Los hechos de los apóstoles, cap. 2, p. 15).

¡ Has leído bien! Lo único que hace falta es el poder de Dios. “Todo aquel en cuyo corazón habite Cristo, todo aquel que quiera revelar su amor al mundo, es colaborador con Dios para la bendición de la humanidad. Cuando recibe gracia del Salvador para impartir a otros, de todo su ser fluye la marea de vida espiritual” (ibíd., p. 12). ¿Habita Cristo en tu corazón? ¿Quieres revelar el amor de Dios al mundo y colaborar con él? Ponte en sus manos, y él te mostrará tu ministerio. ¡No hace falta más!

Recibirán poder para hablar de mí en los lugares más lejanos del mundo. Jesús

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