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jueves, 24 de diciembre de 2015

Matutina de Adultos: Diciembre 24, 2015

¡Pasemos a Belén!


«Sucedió que cuando los ángeles se fueron de ellos al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: “Pasemos, pues, hasta Belén, y veamos esto que ha sucedido y que el Señor nos ha manifestado”». (Lucas 2: 15)



Ahora aparecen los pastores en escena. Este cuarto acto de la Natividad, es el más popular, el más grandioso, el más espectacular: la anunciación del ángel del Señor, el resplandor del cielo que rodeo a los pastores, las buenas nuevas de gran gozo del nacimiento del Salvador; el coro angelical formado por una multitud de las huestes celestiales, el canto: «¡Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!». Todo ese esplendor de luz y música en el cielo estrellado de aquella noche contrasta con la humilde, pobre y sencilla apariencia de los pastores, la clase ínfima de la población agrícola, siervos de siervos. Pasaban las noches en los campos de las tres colinas que hay a unos 1.500 metros de Belén cuidando a sus ganados con la cabeza cubierta con un turbante negro, una piel de cordero sobre los hombros, los pies descalzos o calzados con miserables sandalias, un cayado de sicómoro en la mano, sentados en alguna piedra alrededor de grandes fuegos, relevándose de vigilia en vigilia.

Pero estas almas sencillas y receptivas, sin prejuicios de clase, sin grandes exigencias intelectuales, sin inquietudes políticas, espontáneos y alegres, quedaron tan impresionados por aquel celestial anuncio que, sin vacilar, sin sospechar el más mínimo engaño, exclamaron con entusiasmo: «¡Pasemos pues, hasta Belén!». Y, a toda prisa, llegaron al establo donde encontraron a José, María y el Niño y, maravillados, lo adoraron. Luego, cuando regresaban a sus ganados, hicieron notorio a todas las gentes de Belén lo que habían visto y oído, causando la admiración y el asombro de quienes los escuchaban.

Después de María y José, los pastores fueron los primeros testigos del nacimiento del Salvador, los primeros en proclamar al mundo las buenas nuevas, el evangelio de la salvación que habían escuchado en los cielos y presenciado en la tierra. Son los intérpretes, en esa escena de la Navidad, de la actitud alborozada y franca del pueblo llano y sencillo que ayer, hoy y siempre, manifiesta su religiosidad y expresa su fe sin grandes disquisiciones teológicas; representan a todos los que creen y siguen con entusiasmo y gozo la Palabra del Señor.

Hoy necesitamos imitar a esos nobles pastores para contemplar la grandeza de Jesús y darla a conocer a nuestros vecinos.

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