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martes, 29 de septiembre de 2015

Matutina de la Mujer: Septiembre 29, 2015

Viviendo con el pan necesario


No me des pobreza ni riquezas; mantenme del pan necesario; no sea que me sacie, y te niegue, y diga: “¿Quién es Jehová? O que siendo pobre, hurte, y blasfeme el nombre de mi Dios. Proverbios 30:8, 9



Cierto día, estando en mi trabajo, recibí a un paciente que horas antes había sufrido un accidente de

avión Era un señor de negocios, muy reconocido en la ciudad donde vivía. Después de muchos estudios, el médico se dirigió a los familiares y les dijo que el paciente tenía un daño cerebral masivo, irreversible. Las esperanzas de los familiares del paciente se vieron derrumbadas, porque, aun con todo el dinero que ellos tenían en sus manos, no podrían hacer nada para remediar la situación. De allí en adelante la vida de esta familia ya no sería igual.

Pude sentirme identificada con ellos, porque años atrás mis hermanas, mi madre y yo habíamos perdido a nuestro querido padre. Sentíamos como si el robusto árbol que con sus frondosas ramas protegía a cinco mujeres, lo hubieran arrancado de raíz.

Ese día, camino a casa, reflexioné en la trágica situación que estaban viviendo estas personas. A mi paciente, que era rico, no le faltaba nada, excepto la salud. Su esposa y sus hijos le podían dar todo lo que él pidiera, pero viviría en estado de coma el resto de su vida.

A mi mente vino el versículo de hoy. Fue allí cuando oré y dije: “¡Señor, yo no quiero riquezas! No me des pobreza ni riquezas; dame solo el pan necesario para vivir cada día hasta que tú vengas por segunda vez. No quiero riquezas para negarte y blasfemarte, y luego perder la vida eterna. Lo único que quiero de ti, Señor, es tu perdón y salvación”.

Hoy quiero invitarte, amiga lectora, a que le pidas a Dios tu pan necesario. Si tu pan necesario, para los ojos humanos, es pobreza, si tu pan necesario tienes que buscarlo con el sudor de tu frente, si tu pan necesario viene con problemas y dificultades, no te aflijas. Recuerda que las riquezas perecerán, pero, puestos los ojos en Jesús, sabremos que la salvación es la mayor riqueza que jamás podremos recibir.—Absalenis Farfán.

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