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domingo, 9 de agosto de 2015

Matutina de Jóvenes: Agosto 9, 2015

La lucha de la fe


Después de esto abrió Job su boca, y maldijo su día. Y exclamó Job, y dijo: Perezca el día en que yo nací, y la noche en que se dijo: Varón es concebido… ¿Por qué no morí yo en la matriz, o expiré al salir del vientre?… Pues ahora estaría yo muerto, y reposaría; dormiría, y entonces tendría descanso. Job 3:1-3, 11, 13.



Job, llevado ya hasta los límites de su sufrimiento físico y mental, empieza a sentir una gran amargura de alma, y comienza a dar expresión sincera y abierta a todo su dolor. No despotrica contra Dios, no blasfema contra él, ni le da la espalda ni lo rechaza, pero expresa delante de sus amigos, y aun ante Dios, su incomprensión de los caminos del Eterno.

Es un hombre sincero. No habla solamente lo que “se espera” que un creyente diga, sino que es capaz de ponerse en contacto auténtico con sus sentimientos, aun con los negativos.

En toda esta sección central, en la que Job discute con sus amigos, y aun con Dios, puede parecer al lector superficial que él pierde la fe. Job parece enojarse con Dios, lo reprocha por “ensañarse” con él, le pregunta por qué está sufriendo, defiende su justicia ante él, y pide que le quite la vida. Pero, en todas estas expresiones, lo que hace es remitirse a Dios, sabiendo que en él está la respuesta. Lo contrario de la fe no es discutir con Dios sobre lo que nos duele y no entendemos, sentirnos mal con Dios, incluso enojados con él, sino rechazarlo, abandonarlo, ser indiferentes. Eso es lo que hacen el ateo y el escéptico. El creyente, por el contrario, siempre busca a Dios, incluso para manifestarle su disgusto, porque tiene la esperanza de que en algún momento vendrá su respuesta.

Es la lucha de la fe. La fe no es, entonces, un “estado”, un sentimiento, sino una batalla por acercarse a Dios, remitirse a él, a pesar de los signos aparentes de su ausencia en el mundo. Es luchar por atravesar las nubes que nos ocultan el sol; los densos nubarrones de nuestros estados de ánimo, de nuestras emociones, que nos engañan y nos hacen sentir que no existe el sol del amor de Dios. La fe sabe que detrás de las nubes está el sol, y lucha por llegar hasta él.

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