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miércoles, 19 de agosto de 2015

Matutina de Jóvenes: Agosto 19, 2015

Nos espera la abundancia


Tú nos probaste, oh Dios; nos ensayaste como se afina la plata. Nos metiste en la red; pusiste sobre nuestros lomos pesada carga. Hiciste cabalgar hombres sobre nuestra cabeza; pasamos por el fuego y por el agua, y nos sacaste a abundancia. Salmo 66:10-12.



Nuestro texto bíblico para hoy es maravilloso, no solo porque nos da un atisbo de la función redentora del dolor, en manos de Dios, sino también porque nos muestra el destino al cual Dios quiere conducimos en medio del sufrimiento: una vida abundante.

El salmista usa la figura del proceso de refinación de la plata para ilustrar la obra que Dios realiza mediante el dolor: “Tú nos probaste, oh Dios; nos ensayaste como se afina la plata”.

En manos de Dios, el dolor es como ese crisol calentado a altas temperaturas, que va separando la escoria del metal precioso, liberándonos de nuestras conexiones con el mal, con el egoísmo y la perversidad, y con la superfluidad. El proceso es muy doloroso, pero si nos aferramos de la mano de Dios y adoptamos la actitud adecuada, sabiendo qué es lo que Dios espera lograr de nosotros, saldremos purificados y ennoblecidos de la prueba. Pero, lo más importante es que todo este doloroso proceso tiene un fin último: “Nos sacaste a abundancia”.

Aun en esta vida, luego de haber pasado por las pruebas, si las hemos atravesado aferrados de la mano de Dios, al mirar hacia atrás podemos entender, muchas veces, la bendición disfrazada que representaron nuestros momentos difíciles: cómo hemos crecido, cómo hemos madurado, cómo nos hemos hecho más fuertes, cómo nuestro corazón se ha sensibilizado a Dios y a los valores realmente importantes de la vida, cómo hemos adquirido hondura, profundidad como seres humanos. Ya no somos tan huecos, tan frívolos, tan vacíos ni tan egoístas. Y, sin embargo, el propósito de Dios no termina ahí. Esa abundancia de la cual habla el salmista tiene que ver, sobre todo, con la vida futura e inmortal que Dios anhela concedernos.

En comparación con las maravillas y la bienaventuranza eterna, sentiremos que es poco lo que tuvimos que padecer aquí, si eso valió para estar en ese glorioso lugar.

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