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sábado, 15 de agosto de 2015

Matutina de Adultos: Agosto 15, 2015

¡Quédate con nosotros!


“Llegaron a la aldea adonde iban, y él hizo como que iba más lejos. Pero ellos lo obligaron a quedarse, diciendo: ‘Quédate con nosotros, porque se hace tarde y el día ya ha declinado’ ” (Lucas 24:28, 29).



Los discípulos de Emaús tenían los ojos velados y Jesús se los abrió. ¿Cómo lo hizo? Primeramente, hizo falta eliminar sus preocupaciones. En todas nuestras crisis, generalmente hacemos de nosotros mismos el centro de nuestras inquietudes, de modo que todo gire en torno a nosotros. El mejor remedio para la tristeza, la frustración o la depresión es ser capaz de olvidarse de uno mismo y ocuparse de otras cosas y de otras personas.

El Maestro les enseñó después a buscar las respuestas en las Escrituras. En la Biblia debemos tratar de encontrar la respuesta a nuestras dudas, perplejidades, crisis y preguntas. Asimismo, Cristo les enseñó a tener confianza en la Biblia.

Finalmente, Jesús les mostró la suprema necesidad de la muerte del Mesías. Aquellos discípulos no habían comprendido hasta ese momento que la muerte de Cristo era necesaria, estaba anunciada y que no fue un accidente desdichado de su ministerio. El Señor les dijo: “¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas y que entrara en su gloria?” (Luc. 24:26). A continuación, les dio un estudio bíblico: “Y comenzando desde Moisés y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían” (vers. 27). La cruz, el sufrimiento y el dolor son un componente indispensable del discipulado. Ignorarlo es añadir al sufrimiento, el dolor de la incomprensión de los planes divinos.

Por fin llegaron a la aldea de Emaús. El día declinaba y el misterioso acompañante hizo como que iba más lejos. Pero los entusiasmados discípulos lo obligaron a quedarse. A través del estudio de las Escrituras estamos aprendiendo a conocer y apreciar la compañía de Jesús. El siguiente paso es invitarle a entrar en la intimidad de nuestra vida, sentarlo a nuestra mesa, cenar con él. Esto es lo que nos enseña la historia de los discípulos de Emaús. Es la experiencia magnífica de la comunión.

Y así reconocieron al glorioso Maestro resucitado. ¡Qué sorpresa! ¡Qué bendición! ¡Qué revelación! Cuando partía el pan desapareció de su vista (vers. 30). Entonces ellos reconocieron haber sentido el influjo sobrenatural de Jesús mientras les explicaba las Escrituras: “¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino y cuando nos abría las Escrituras?” (vers. 32).

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