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sábado, 15 de agosto de 2015

Matutina de la Mujer: Agosto 15, 2015

Las llaves


De cierto, de cierto os digo, que todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará. Juan 16:23



Era un día de agosto de 2013 cuando la Unión del Pacífico organizó un día de campo a orillas del lago Casitas, a unos sesenta kilómetros de nuestra casa. Por la tarde, al volver de una caminata, pasé al baño y coloqué las llaves de nuestro automóvil sobre el secador de manos. Salí rápido y me olvidé tomarlas. Después de ayudar un poco a despejar las mesas y de charlar con nuestros amigos, decidí con mi esposo emprender el regreso.

Éramos casi los últimos del grupo que quedábamos en el parque. Mi esposo abrió el auto con sus llaves y, cuando llegamos a nuestro hogar, me adelanté para abrir la puerta de la casa, pensando que tenía mis llaves en la cartera. Vacié todo el contenido y estrujé la delgada cartera con mis manos para ver si allí estaba el grueso llavero con su control remoto. Mi esposo es testigo: las llaves no estaban allí. Él también revisó el contenido e, incluso, dio vuelta al forro de la cartera. De pronto, me acordé de que las había dejado sobre el secador de manos del baño. Llamé al parque, pero ya estaba cerrado.

Al día siguiente, volví a llamar y me dijeron que, si las encontraban, me avisarían. Estaba preocupada porque un nuevo llavero con control remoto cuesta casi trescientos dólares. Me llamaron del parque para decirme que no lo habían encontrado. Me acordé de las palabras de Jesús que dicen: “Todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará” (Juan 16:23). Pedí al Señor que me ayudara a recuperar el llavero.

Tres días después, mi esposo necesitaba un bolígrafo y le dije que lo sacara de mi cartera (la misma que había llevado al parque). Cuando la abrió, lo primero que vio fue el llavero perdido.

– No me habías contado que encontraste tus llaves – comentó.

– Ojalá fuera así – le contesté, extrañada -. Todavía no aparecen.

Al ver las llaves en la mano de mi esposo, exclamé, agradecida:

– ¡Jesús mandó un ángel al parque para que me trajera mis llaves!

Tenemos un Salvador atento a nuestras necesidades. Y cumple sus promesas. ¡Nunca me cansaré de alabar su nombre!.

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