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viernes, 29 de mayo de 2015

Matutina de la Mujer: Mayo 29, 2015

No te alejes -1


“Ahora, así dice Jehová, Creador tuyo, oh Jacob, y Formador tuyo, oh Israel: “No temas, porque yo te redímí; te puse nombre, mío eres tú”. Isaías 43:1



Brenda, como llamaremos a nuestra protagonista de hoy, tenía dieciocho años cuando la conocí. Estaba por dar a luz a su bebé.

Su incomodidad y dolor me indujeron a ayudarla y, como estaba sola, me quedé a su lado. Cuando se presentaban las contracciones, la tomaba de la mano y ella apretaba la mía con todas sus fuerzas. Tenía miedo al futuro, y me contó su historia.

Había venido a la ciudad para estudiar una carrera en una institución prestigiosa; por tal razón, dejó a su familia en su ciudad natal. Al llegar, la deslumbraron la libertad y el cambio de ambiente. Pronto sintió que el amor llegó a su vida y decidió disfrutarlo. Él era su maestro y ella lo admiraba. El la amaba tanto como ella a él; de eso estaba segura. Por eso, cuando supo que estaba embarazada, fue a darle la gran noticia. Sin embargo, la sonrisa de aquel hombre se tornó en una mueca y, cuando Brenda le preguntó si no se alegraba, el replicó: “Estoy casado, y no dejaré a mi esposa”. Al escucharla, yo ya compartía su dolor, que era más fuerte que el de sus contracciones.

Ahora ella estaba allí, dando a luz al bebe del hombre a quien había considerado el amor de su vida. Lo que más le dolía era que sus padres no lo sabían. Suponían que con el dinero que le enviaban cada mes ella pagaba los estudios. No pudo decirles la verdad. Sentía que les había fallado y que jamás la perdonarían. ¿Qué haría ahora? “Su novio” la había abandonado.

Le hablé de uno que jamás nos abandona, que nos ama más que nadie, de uno que siempre cumple sus promesas; y porque nos creó, nos cuida cada día. En su Palabra escrita dice que le pertenecemos: “Mía eres tú”. En los intervalos de las contracciones, Brenda me pedía que le contara más de ese Dios que veía con ojos de ternura y cuyo amor no disminuye ante nuestros errores.

Amiga, sonríe hoy porque eres una creación del Dios del universo, quien te reclama como su propiedad. Y si sabes que le has fallado, recuerda que él te dice al oído: “Eres mía, sí: mía eres tú”.

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