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viernes, 29 de mayo de 2015

Matutina de Adultos: Mayo 29, 2015

¿Perfección absoluta o relativa?


«Porque a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará, y al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá». (Lucas 12: 48)



Un este versículo Jesús nos enseñó la ley de la proporción: mucho o poco, todo depende de lo que se haya recibido. Como quiera que en la parábola Jesús habla de criados fieles e infieles, con frecuencia se aplica esta enseñanza a la mayordomía cristiana; pero, en cualquier caso, lo que el Maestro está estableciendo aquí es un principio de relativismo en la responsabilidad personal ante la administración de los bienes de Dios, que puede aplicarse también a los valores espirituales como el ideal de perfección. No olvidemos que el principio de la perfectibilidad sitúa siempre la perfección humana en un nivel más elevado del que ya se ha alcanzado, atribuyéndole un valor relativo.

Pero Pablo dice que sin la santidad «nadie verá al Señor» (Hebreos 12: 14) y los que entienden que esto significa que, con el nuevo nacimiento, el Espíritu Santo debe generar en el creyente convertido un estado de perfección absoluta que implica la impecabilidad, en otros términos, la erradicación definitiva de todas los estigmas del pecado, antes de la Segunda Venida, están postulando un hecho que las evidencias constatables no prueban de ninguna manera. El hombre convertido es liberado de la esclavitud del pecado, deja el hábito de pecar, pero no es todavía impecable. Este estado nos es asegurado con la resurrección o transformación operadas en la segunda venida de Cristo.

La Biblia y Elena White enseñan, por el contrario, que la perfección debe entenderse como relativa, proporcional al nivel de conocimiento, de madurez, de desarrollo espiritual que hayamos alcanzado. Muchos aspectos de la experiencia espiritual del creyente son relativos y dependen de un progreso gradual acorde con las posibilidades reales del individuo y con las facilidades que Dios nos ofrece. Como dice el texto, unos reciben más, otros recibimos menos, y solamente debemos ser responsables por lo que hemos recibido. Dicho de otra manera, la perfección es posible en cada etapa de nuestro desarrollo espiritual. Elena White lo expresa así: «En cada grado de desarrollo, nuestra vida puede ser perfecta; pero si se cumple el propósito de Dios para con nosotros, habrá un avance continuo» (Palabras de vida del gran Maestro, pág. 45).

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