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miércoles, 27 de mayo de 2015

Matutina de Adultos: Mayo 27, 2015

¡Yo estaba allí!


«No os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad, pues cuando él recibió de Dios Padre honra y gloria, le fue enviada desde la magnífica gloria una voz que decía: “Este es mi Hijo amado, en el cual tengo complacencia”. Y nosotros oímos esta voz enviada del cielo, cuando estábamos con él en el monte santo». (2 Pedro 1: 16-18)



Uno de los grandes secretos del éxito de los apóstoles en la evangelización fue poder decir que habían sido testigos de lo que predicaban. Juan invoca en su primera epístola: «Lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros» (1 Juan 1: 3). Y Pedro, en el versículo de hoy, nos confirma que él estuvo ahí, en el monte santo, junto al Maestro cuando este se transfiguró, y escuchó la voz del Padre decir: «Este es mi Hijo amado, en el cual tengo complacencia». Jamás pudo olvidar Pedro aquel momento culminante del ministerio del Salvador. Su predicación era parte de una experiencia real con Jesucristo, a quien él había contemplado en toda su gloria.

¿En qué radica la fuerza del mensaje bíblico? Sin duda, en el poder de Dios. Pero el entusiasmo que le dan los mensajes depende de haber contemplado al Señor de manera personal y de escuchar su voz nítidamente hablando a los oídos humanos. ¡Pero qué triste es escuchar a un mensajero que habla sin convicción sobre el bendito evangelio de Cristo! Sin darse cuenta, se colocan en un terreno muy peligroso: «Aquellos que sostienen en forma teórica la verdad, con la punta de los dedos, por así decirlo, que no han introducido sus principios en el santuario íntimo del alma, sino que han mantenido la verdad vital en el atrio exterior, no verán nada sagrado en la historia pasada de este pueblo, que ha hecho de ellos lo que son, y los ha establecido como obreros misioneros fervientes y determinados en el mundo. La verdad para este tiempo es preciosa; pero aquellos cuyos corazones no han sido quebrantados sobre la roca, Cristo Jesús, no verán ni entenderán lo que es la verdad. Ellos aceptarán lo que agrada a sus ideas, y comenzarán a fabricar otros fundamentos que los que han sido colocados. Ellos halagarán su propia vanidad y amor propio, pensando que son capaces de quitar los pilares de nuestra fe, y reemplazarlos por pilares que ellos han ideado» (Notas biográficas de Elena White, pág. 472).

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