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miércoles, 27 de mayo de 2015

Matutina de la Mujer: Mayo 27, 2015

Últimos intentos del enemigo


“Para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia.” Filipenses 1:21



Después de una grave caída, mi hermana Christina fue llevada al hospital con pocas esperanzas de sobrevivir. Mi esposo y yo nos hallábamos fuera del estado cuando nos avisaron de la gravedad de la situación. Los golpes que había recibido le estaban causando hemorragias internas.

Pocos días después me llamó el pastor César De León, compatriota y amigo, por asuntos de la oficina de la Unión del Pacífico, donde trabajo. Le conté del accidente de mi hermana y me dijo que, en esos momentos, sentía la necesidad de orar por ella. Su oración me pareció muy extraña, pues dijo: “Señor, tu hija Christina está agonizando en estos momentos y el enemigo está haciendo un último intento por arrebatar su alma. ¡Por favor, manda a tu Espíritu Santo y a tus ángeles para evitar que ella caiga en la tentación de dudar de tu amor salvador en el último momento! Protégela del maligno y tómala en tus brazos para que descanse en ellos, libre para siempre del mal”.

Cuando el pastor De León terminó la oración, la hora que marcaba mi celular era la 1:48 de la tarde del 27 de mayo de 20ll. Segundos después de terminar esa comunicación, recibí una llamada de mi cuñado para avisarme que Christina acababa de fallecer.

No cabe la menor duda de que Dios inspiró al pastor De León para que me llamara minutos antes de la batalla final de mi querida hermana, y pudiera rogar al Padre que fortaleciera la fe de su hija quien, en esos momentos, estaba siendo probada. Aunque Christina fue fiel y consagrada al Señor, el Salvador sabía que el enemigo haría un último intento por arrebatar su alma,

¡Cuán grande es el amor de Dios, que aun en los momentos finales de la vida de sus hijos hace provisión para evitar que el diablo gane la última batalla! Solo los fieles que bajan al descanso podrían describir esa lucha final. Los que vivimos debemos afirmar más nuestra fe cada día y mantenernos al lado de nuestro Salvador para que, si llega la hora de nuestra muerte, digamos las palabras del himno: “Salvo en los tiernos brazos de mi Jesús seré y, en su amoroso pecho, siempre descansaré”(Nuevo himnario adventista Nº 415).

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