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martes, 10 de marzo de 2015

Matutina del Mujer: Marzo 10, 2015

No sabe con lo que gana ni con lo que pierde


«Mas evita profanas y vanas palabrerías, porque conducirán más y más a la impiedad» 2 Timoteo 2:16



Son las doce de la noche y no puedo conciliar el sueño. Vienen a mi memoria las palabras de mi querida suegra, ya fallecida: “Esta niña no sabe ni con lo que gana ni con lo que pierde”.

Eran mis años de adolescente, cuando muy conversadora decía todo lo que pensaba sin reparar en las consecuencias. “Yo sé que no me benefician, pero tampoco me perjudican”, le decía a quien luego sería mi suegra.

Los años han pasado veloces, llevándose mi adolescencia. Hoy reconozco a ciencia cierta que no me beneficiaba mi forma suelta de hablar. Ahora cuido mis palabras y mis pensamientos, que son el motor de ellas.

Dios nos dice en la Escritura: “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad” (Fil. 4:8). Soy consciente de que todo lo que se forja en la mente y brota en forma de palabras afecta positiva o negativamente a quienes escuchan. Dios nos hace responsables de la influencia que ejerzan nuestras palabras. “De toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el díadel juicio” (Mat. 12:36).

Hermana mía: escojamos bien lo que vamos a decir antes de hablar. Decidamos pronunciar palabras que edifiquen, que alienten, que alegren los corazones tristes o desanimados, que lleven paz a los atribulados. Decidamos cuidar nuestros pensamientos, y evitar el resentimiento, la envidia, el odio y, especialmente, la crítica. Porque sabemos que “[la mujer buena], del buen tesoro de su corazón saca lo
bueno; y [la mujer mala], del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca” (Luc. 6:45).

Recordemos que con nuestras palabras ganamos o perdemos. Son nuestra carta de presentación. Digamos como el Salmista: “Mi lengua hablará de tu justicia y de tu alabanza todo el día” (Sal. 35:28).

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