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martes, 10 de marzo de 2015

Matutina de Adultos: Marzo 10, 2015

¿Pudo un Dios bueno crear un mundo malo?


«Al ver la mujer que el árbol era bueno para comer, agradable a los ojos y deseable para alcanzar la sabiduría, tomó de su fruto y comió; y dio también a su marido, el cual comió al igual que ella». (Génesis 3:6)



Cómo hemos de entender el árbol de la ciencia del bien y del mal? Solo _ partiendo del modo de razonar hebreo. La palabra “ciencia” aparece en el relato precedida por un artículo definido, lo cual significa que no se trata de cualquier ciencia o todas las ciencias, sino de un cierto conocimiento es­pecífico, el conocimiento del mal en oposición al bien. Para el pensamiento hebreo, comer del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal no significaba alcanzar algún tipo de información intelectual acerca del mal, sino tener una experiencia con el mal. La posibilidad de la experiencia negativa estaba pre­sente en el paraíso, no como necesidad, sino potencialmente. Es decir, había la posibilidad real de pecar.

Dios había creado al hombre recto (Eclesiastés 7: 29). Este debía mediante la prueba elevarse desde la inocencia —la ignorancia del mal— a la santi­dad —la victoria sobre el mal—. El estado de inocencia no significa estado de perfección. Para que la humanidad pudiera un día alcanzar la perfección divina se requería que fuese puesta a prueba, y la santidad positiva no puede alcanzarse si no es por el ejercicio de la voluntad humana actuando libremente, aceptando plenamente la voluntad de Dios. La inocencia sin libertad no tiene ningún valor moral. No hay bien absoluto en una criatura más que cuando ha sabido resistir al mal. Tal como Dios lo había creado, el hombre era bueno, sin tendencias negativas ni inclinaciones al mal; no era perfecto pero tenía todo lo necesario para llegar a serlo. La perfección moral es siempre el fruto de la li­bertad, es el resultado de una serie de decisiones absolutamente voluntarias. El hombre estaba llamado a colaborar en la realización de su destino moral. Era santo de manera virtual, no de manera real. Su estado era el de la excelencia en el punto de partida, no en su término. Cuando fue tentado, dudando de lo que el Creador le había otorgado, ejerció libremente su inteligencia y voluntad en la elección del conocimiento experimental del mal. Este fue su pecado.

Recuerda que no es necesario experimentar el mal. Pero si das lugar a es­cuchar la voz de la serpiente, podrá convencerte de las supuestas ventajas de desobedecer a Dios. Entonces, olvidarás que hay un Dios en los cielos cuyos ojos lo examinan todo.

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