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viernes, 6 de marzo de 2015

Matutina de Menores: Marzo 6, 2015

Más potente que un huracán


Experimenta: Si nunca has estado en un huracán, busca imágenes en Internet. Puedes ver las que se han tomado desde la Luna y fotos de los daños que dejan los huracanes a su paso.

La primera vez que viví un huracán fue terrible. Los minutos pasaban lentamente mientras el veloz viento azotaba toda clase de cosas contra las ventanas y paredes de nuestra casa. El agua nos golpeaba con gran fuerza y encontraba hasta las rendijas más pequeñas para escurrirse dentro de la casa, como si buscara esconderse de esa brutal fuerza. Parecía que nunca iba a amanecer.

Los huracanes se forman en el mar. Son tempestades que giran impulsadas por vientos superiores a 119 kilómetros por hora. Su energía la genera el agua caliente del océano; adquieren más potencia si encuentran aire caliente y húmedo sobre la superficie del mar a su paso. Por esa razón se acaban en cuanto encuentran aguas o corrientes de viento frías. La velocidad del viento indica la categoría de un huracán y el nivel de daños que puede causar. Un huracán categoría 1 con vientos de 120 kilómetros por hora provocará daños leves e inundaciones, pero un huracán categoría 5, con vientos de 250 kilómetros o más, puede arrancar los techos de las casas.

Los huracanes son uno de los espectáculos más imponentes de la naturaleza. Un ser humano no puede caminar en medio de esos vientos veloces sin salir lastimado. Son tan grandes que se pueden ver desde la Luna.

¿De qué tamaño será Dios, si la Biblia nos afirma que puede caminar en un huracán y que las nubes son apenas el polvo de sus pies? Saber que el Dios al que adoro es mucho más grande y poderoso que un huracán categoría 5 me hace sentir segura. Si algún día enfrentas una «tormenta» de problemas y crees que supera tus fuerzas, recuerda que Dios es mayor que tus problemas y puede caminar sobre ellos.

«El Señor es paciente pero poderoso, y no dejará de castigar al culpable. El Señor camina sobre la tormenta, y las nubes son el polvo de sus pies» (Nahúm 1:3)

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