Buscar...

sábado, 7 de marzo de 2015

Matutina de Jóvenes: Marzo 7, 2015

Un verdadero cambio de corazón


Lávame más y más de mi maldad, y limpíame de mi pecado. Porque yo reconozco mis rebeliones… Purifícame con hisopo, y seré limpio; lávame, y seré más blanco que la nieve… Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mi. Salmo 51:2, 3, 10.



Hoy en día, se está difundiendo cada vez más la idea de que no hay que arrepentirse de nada. En la base de este pensamiento está el concepto de que no somos malos, sino que al buscar y tantear medios para ser felices a veces nos equivocamos.

David, luego de su terrible pecado de adulterio con Betsabé y de homicidio del marido de ella, Urías, fue interpelado por el profeta Natán, enviado por Dios, para ser salvado del camino de perdición en el cual se había embarcado (ver 2 Sam. 12:1-9). David, entonces, reconoce su maldad, se arrepiente y escribe el Salmo 51.

Allí, David reconoce que lo único que le da derecho al perdón de Dios es la misericordia misma de su Creador, y se refugia en ella: “Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia, conforme a la multitud de tus piedades” (Sal. 51:1).

Pero no solo pide el perdón de su pecado, no solo quiere asegurarse el favor de Dios y su apoyo en esta vida, sino también, por sobre todo, al sentirse sucio, ruega una limpieza interior, una purificación, un corazón nuevo: “Lávame más y más de mi maldad, y limpíame de mi pecado… lávame, y seré más blanco que la nieve… Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí” (Sal. 51:2, 7, 10).

La escritora cristiana Elena de White lo describe así: “El arrepentimiento incluye tristeza por el pecado y su abandono. No renunciaremos al pecado a menos que veamos su pecaminosidad; mientras no lo repudiemos de corazón, no habrá cambio real en la vida”

¿Sientes que tu vida necesita un cambio? ¿Aspiras a una vida más noble y pura? No olvides que, como dice David acerca de Dios: “Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios” (Sal. 51:17).

No hay comentarios.:

Publicar un comentario