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lunes, 16 de marzo de 2015

Matutina de Jóvenes: Marzo 16, 2015

Justificados solo por la obediencia de Cristo y por su sangre


Siendo justificados… mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados. Romanos 3:24, 25.



Lo maravilloso de la justificación es que, además de estar fundamentada en la gracia, también lo está en la justicia; en un hecho extraordinario: la obra redentora de Cristo. Dios te justifica (perdona, acepta, considera como si fueras perfecto y santo) no por lo que tú eres o haces, sino por lo que Otro es e hizo, nuestro Señor Jesucristo. Por eso, Lutero hablaba de que somos justificados por una justicia foránea, una que está fuera de nosotros, la de Jesucristo.

Hay dos aspectos de la obra redentora de Cristo por los cuales eres considerado justo delante de Dios:

1) La vida justa de Cristo: Su vida justa y perfecta es puesta “a nuestra cuenta”. Dios considera esa vida como nuestra propia justicia. Nos mira a través de esa vida justa, como si fuese nuestra (ver Rom. 5:18,19).

2) La muerte expiatoria, propiciatoria, de Cristo: somos justificados “mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre”.

En la Cruz, Jesús “llevó… nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores”, “herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados”, “Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros”; “por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (Isa. 53:4-6; 2 Cor. 5:21).

Todos los pecados y la condenación de todas las personas que han vivido en la Tierra se agruparon, apretujaron y agolparon sobre los hombros y el corazón de Jesucristo. Él murió como expiación por nuestros pecados. Tu salvación fue asegurada por un hecho histórico que sucedió y fue consumado hace dos mil años fuera de ti: en la cruz del Calvario. Podemos estar en paz con Dios; puedes estar en paz. Tu deuda está pagada. Ya no debes nada. Ya no hay culpa ni condenación para ti. Solo hay perdón, justificación, reconciliación, paz, restauración y salvación.

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