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jueves, 12 de marzo de 2015

Matutina de Jóvenes: Marzo 12, 2015

Salvos sin merecerlo


Por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Efesios 2:8, 9.



Otra de las barreras que impiden gozar la plenitud del perdón de Dios, de su aceptación y de la paz de su amor proviene de la formación religiosa misma; es lo que se conoce como “legalismo”,
“fariseísmo”, “justificación o salvación por las obras”. En parte como una distorsión satánica del concepto de salvación, muchísimas personas creen inconscientemente que deben “pagarle” a Dios su perdón y su aceptación. Que tratando de enmendar su conducta o haciendo una cantidad de buenas obras, obras de bien, de servicio o de obediencia a la voluntad de Dios, pueden lograr suficientes “méritos” como para ser “dignas” de que, ahora sí, como recompensa de sus esfuerzos y de su perfeccionamiento moral, Dios se digne perdonarlas, aceptarlas y amarlas. Al igual que en el caso mencionado ayer, viven una vida de temor, de inseguridad y de esclavitud.

Por el contrario, porque Dios nos ama y quiere que seamos felices, y porque solo se puede ser genuinamente creyente en un clima de libertad y motivados solo por el amor a Dios, la Biblia enseña que el perdón de Dios, su aceptación, su favor y su salvación nos son dados gratuitamente. Esto es un regalo del amor de Dios, aunque no lo merezcamos.

Dios no está esperando que primero “arreglemos” nuestra vida para amarnos, sino que nos ama tanto que desea que nos reconciliemos con él para entonces él encargarse, con nuestro consentimiento y nuestra cooperación, de arreglar nuestra vida de los estragos del pecado.

Por eso, nuestro texto de reflexión para hoy nos asegura que la salvación, lo que incluye el perdón de Dios (también llamado “justificación”) no se obtiene “por obras” (méritos) sino “por gracia” (es decir, se debe exclusivamente al amor insondable de Dios, aun cuando no lo merezcamos) y “por medio de la fe”.

Disfruta hoy del amor de Dios. Reconoce tus pecados y confiésalos a Dios con arrepentimiento y deseo de cambio, y goza de su perdón, de una conciencia libre de culpa, y de la posibilidad de vivir una existencia libre y feliz tomado de la mano de tu Salvador. 

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