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lunes, 9 de marzo de 2015

Matutina de Adultos: Marzo 9, 2015

Cómo Lucifer llegó a ser Satanás


«¡Cómo caíste del cielo, Lucero, hijo de la mañana! Derribado fuiste a tierra, tú que debilitabas a las naciones. Tú que decías en tu corazón: “Subiré al cielo. En lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono y en el monte del testimonio me sentaré, en los extremos del norte; sobre las alturas de las nubes subiré y seré semejante al Altísimo ”». (Isaías 14: 12-14)



En los orígenes, Lucifer era un ser luminoso y puro, ocupaba una de las más elevadas posiciones del universo, la de querubín que cubría el trono divino. Isaías, inspirado por Dios, atribuye al rey de Babilonia hechos que no pudieron cumplirse más que en la caída de Lucifer. Existe aquí, más allá del rey de Babilonia, una personificación de Satanás.

Es difícil entender cómo en una mente perfecta hubo lugar para el pecado. El pecado no se puede ni explicar ni mucho menos justificar; es, en esencia, irracional. Lo conocemos por sus efectos inconcebibles, incomprensibles, de­sastrosos. Lo cierto es que, paulatinamente, Lucifer llegó a considerar que toda su gloria era producto de sí mismo y no de Dios, como era el caso. Así que, si él poseía tanta grandeza y virtudes, su siguiente paso consistió en codiciar el homenaje que únicamente merece Dios. Y claro, no pudo soportar más cuando Jesús fue investido con mayor gloria y poder que él. Todos los habitantes del cielo reconocieron la supremacía de Jesucristo y le rindieron adoración. Lo mismo hizo Lucifer, pero dentro de sí había un evidente malestar, una extraña semilla que había germinado en su cabeza. No, ya no era el mismo. Ya no le agradaba estar junto a su Padre y gozarse con su presencia. Ahora vivía inconforme, molesto y lleno de envidia hacia Jesús. El Padre observaba muy atento la actitud de su amado Lucifer y meditó muy bien cómo iba a enfrentar la situación.

Elena White aclara el punto: «Para convencerlo de su error, se hizo cuanto esfuerzo podían sugerir la sabiduría y el amor infinitos. Se le probó que su desafecto no tenía razón de ser, y se le hizo saber cuál sería el resultado si persistía en su rebeldía. […] Lucifer quedó convencido de que se hallaba en el error..[…] Defendió persistentemente su conducta, y se dedicó de lleno al gran conflicto contra su Creador. Así fue como Lucifer, el “portador de luz”, el que compartía la gloria de Dios, el ministro de su trono, mediante la transgresión, se convirtió en Satanás, el “adversario” de Dios y de los seres santos» (Patriar­cas y profetas, pág. 19).

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