Buscar...

lunes, 9 de marzo de 2015

Matutina de la Mujer: Marzo 9, 2015

La zanja del dragón


«Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él» Apocalipsis 12:9



Cierta vez, en una de las calles de la ciudad donde crecí, se abrió la tierra de la noche a la mañana. Dejó una grieta ancha y profunda que impedía el paso de vehículos y de personas. Cuando una tarde volvía de la escuela, me asomé a la orilla de la grieta para ver cuán profunda era. De pronto, la tierra se abrió bajo mis pies, ¡y me tragó con mochila y todo!

Llegué al fondo, pero la tierra siguió cayendo, como si quisiera enterrarme viva. Estaba por oscurecer y nadie escuchaba mis gritos de auxilio. Caía más y más tierra, y su peso no me dejaba moverme; casi no podía ver por el polvo que nublaba y lastimaba mis ojos.

Llegó la noche, y con ella el pánico por no poder salir. Recordé los rumores de algunos que decían que un gran dragón habitaba bajo la tierra, y que había provocado aquella grieta. No creía. . . ¡ni dejaba de creer!

Con trece años, todavía me atraían los fantasmas y los cuentos de hadas. Pero también creía en el poder de Dios que vence todo mal. Oré para que Dios me ayudara a salir de aquel entierro y, cuando intenté subir entre la tierra suelta, ¡sentí debajo de mis pies como si alguien hubiera puesto una plataforma firme para que saltara a la superficie! Con un tobillo lastimado caminé tres cuadras hasta mi casa, donde mis padres, afligidos, se alegraron de volver a verme.

¿Quién ha visto un dragón? Esta bestia simbólica se presenta ante todas nosotras bajo un atractivo disfraz, y nos incita al pecado. La Palabra de Dios dice que el dragón fue arrojado del cielo a la tierra.  Por eso, él y todos sus ángeles malos intentan constantemente hacernos caer en el abismo del mal. Cuando cedemos, nos aliamos a ellos y conspiramos contra nuestro Creador.

¿Cómo podemos librarnos del dragón? Simplemente, creyendo en estas consoladoras palabras de nuestro Señor: “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia” (Isa. 41:10).

No hay comentarios.:

Publicar un comentario