Buscar...

martes, 3 de marzo de 2015

Matutina de Adultos: Marzo 3, 2015

Pieles de cordero


«Y Jehová Dios hizo para el hombre y su mujer túnicas de pieles, y los vistió». (Génesis 3:21)



Después del relato de la tentación y la caída, el capítulo 3 del Génesis pre­senta cinco episodios consecuentes del pecado de Adán y Eva: Dios busca a la pareja humana y les pregunta «¿dónde estás tú?», anuncia el protoevangelio, comunica a la mujer y al hombre cuáles serán las consecuencias del pecado, cu­bre la desnudez de la pareja confeccionando vestidos con las pieles de animales y los expulsa del Edén, donde estaba el árbol de la vida, y pone querubines que blandían una espada flamígera. Estos relatos deben entenderse en el marco de las soluciones y remedios que Dios proveyó para la nueva situación del ser humano. Realizados inmediatamente después de la caída, tienen un significado redentor y son el comienzo mismo del largo camino del plan de la salvación.

Una de las primeras sensaciones que Adán y Eva tuvieron después de deso­bedecer fue la vergüenza de estar desnudos. Elena White dice que «el manto de luz que los había cubierto desapareció y para reemplazarlo hicieron delantales; porque no podían presentarse desnudos a la vista de Dios y los santos ángeles» (.Patriarcas y profetas, pág. 40). Habían perdido la inocencia y la desnudez im­púdica que ahora contemplaban sus ojos era el resultado del conocimiento del mal; pero, lo que verdaderamente llenaba de vergüenza su espíritu era la des­nudez del alma, una conciencia culpable que quisieron acallar reemplazando el manto de luz que habían perdido por vestidos de hojas de higuera.

Así, vilmente vestidos, los encontró el Creador escondidos entre los ár­boles del huerto, con sus cuerpos torpemente cubiertos. El Señor no les pudo devolver el manto de luz, pero les confeccionó vestidos de pieles, para lo cual hubo que sacrificar a unos animales. La muerte de esos animales para cubrir la desnudez de su transgresión y sustituir los delantales que ellos se habían cosido fue el primer sacrificio cruento del plan de la salvación, la primera sangre de expiación por el pecado, un tipo o prefiguración del propio sacrificio del Sal­vador. Adán y Eva comprendieron que para expiar la culpa y cubrir el pecado alguien tenía que morir. Y así nació el sistema de sacrificios que encontramos en todo el Antiguo Testamento. Esas pieles tipificaban también la muerte vica­ria del Cordero de Dios, el manto de justicia con el que Cristo reemplaza las vestiduras viles del hombre pecador y las vestiduras blancas, limpias, de gala con las que entraremos a las bodas del Cordero.

Sí, hay un Dios en los cielos que nos limpia de pecado. Agradécele hoy esta bendición.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario