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miércoles, 25 de febrero de 2015

Matutina de Menores: Febrero 25, 2015

Moscas muertas


Experimenta: Cuando saludas a una persona, ¿qué es lo primero que percibes? ¿Su mirada, voz, ropa, aroma?

Hacer un perfume es toda una ciencia. Se compone de diferentes sustancias, como aceites esenciales que se obtienen de plantas y glándulas de animales, compuestos sintéticos que imitan olores de la naturaleza, un disolvente que pueda ser alcohol etílico o agua y los más importantes, los fijadores que se agregan para evitar que los aromas se evaporen rápidamente.

Uno de los perfumes más caros del mundo se llama Joy. Es tan especial por el precio de su recipiente y su alta concentración, que se compone de 10,600 flores de jazmín y 336 rosas búlgaras. ¡Una onza puede costarte más de 800 dólares!

Si recibieras una botella de Joy, ¿qué harías? ¿Usarías el perfume en ocasiones especiales o le echarías unas cuantas moscas muertas para ver qué sucede? Por supuesto que no harías eso, porque tu perfume carísimo se echaría a perder.

La Biblia dice que así como las moscas muertas darían mal olor a un perfume, una pequeña locura afecta la reputación del que es considerado sabio y honorable. Salomón sabía que era cierto porque lo había experimentado en su propia vida. Después de haber sido considerado el hombre más sabio y honorable de todos los tiempos, echó a perder su fama al dar rienda suelta a sus impulsos. Actuando sin control se llegó a comportar como el más falto de inteligencia. Derrochó lo que Dios le había dado en mujeres y lujos innecesarios y terminó por adorar a otros dioses.

En este día medita un poco en esas pequeñas acciones que crees que a nadie harán daño, pero son iguales a las moscas muertas que arruinarán tu reputación y vida. Jesús espera saludarte en persona y lo que más apreciará será percibir de ti el aroma del perfume carísimo que te regaló y tuvo que pagar en la cruz. Es decir, tu vida.

«Una mosca muerta apesta y echa a perder el buen perfume. Cuenta más la tontería más ligera que la sabiduría más respetable» (Eclesiastés 10:1)

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