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miércoles, 25 de febrero de 2015

Matutina de Jóvenes: Febrero 25, 2015

Un triunfo sellado con la resurrección


Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho. 1 Corintios 15:20.



La Biblia nos dice que la historia del amor salvador de Jesús no terminó en la cruz, y luego en una tumba fría y desolada. El apóstol Pedro dice lo siguiente acerca de Jesucristo: “al cual Dios levantó [resucitó], sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella” (Hech. 2:24).

¿Por qué era imposible? Porque quien murió en la Cruz era nada menos que “el Autor de la vida” (Hech. 3:15), el Creador del universo, la Fuente de la vida y el Origen último de todo lo que existe.

Porque una vez asegurada su victoria como Ser inocente que no murió por sus pecados, pues no los tenía, apeló a su propio poder divino omnipotente, dador de vida, para recuperar su vida perdida en la cruz: “Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar” (Juan 10:17,18).

Y gracias a esta resurrección, que es sello, prueba y garantía de su triunfo absoluto sobre las potestades del mal, tenemos la seguridad de que tampoco nuestra vida tiene por qué ser juguete de los planes diabólicos y de sus tentaciones, y tampoco tiene por qué tener como destino final una tumba fría. Por el contrario, como dice nuestro texto bíblico de hoy, “Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho”. Es decir, la resurrección de Cristo es el glorioso anticipo y garantía de nuestra propia resurrección de los muertos, y de la de todos aquellos que amamos que han sido gente de buena voluntad, que amaron el bien antes que la maldad.

En la Biblia, la muerte es comparada con el sueño; y, de los que murieron en el bien, se dice dulcemente que “duermen”, a la espera del gran día en que el Señor que murió por ellos, pero que también resucitó como una demostración de su victoria y su omnipotencia, los despierte para nunca más vivir sujetos al dolor, la angustia, el mal, la enfermedad y la muerte.

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