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martes, 24 de febrero de 2015

Matutina de Menores: Febrero 24, 2015

Neuronas espejo


Experimenta: ¿Quieres comprobar cómo funcionan las neuronas espejo? Haz el siguiente experimento. En un parque o lugar público, mira hacia arriba como si buscaras algo y después observa cuántas personas desconocidas de imitan. Las neuronas espejo son responsables de invitar a esos extraños a unirse a ti en tu búsqueda de quién sabe qué cosa, solamente porque te vieron.

En nuestro cerebro hay millones de ciertas células llamadas neuronas espejo. Son las encargadas de hacer que veamos o escuchemos lo mismo que los demás y aprendamos de ellos o hasta los imitemos.

Dichas neuronas son las que hacen que aprendas muy bien el modo y la entonación de la manera de hablar de tu mejor amigo, llevándote a imitarlo casi sin darte cuenta. Pero también llaman tu atención hacia los sentimientos y las necesidades de otra persona o inclusive algún animal, para que ofrezcas ayuda.

Las neuronas espejo te ayudan a percibir lo que los demás hacen y sus necesidades. Pero tú decides si los imitas o ayudas, o no. Tú debes controlar esas neuronas con ayuda de Jesús.

Si lo que tus neuronas espejo perciben es que tus amigos se divierten al beber cerveza en una esquina, entonces tienes que RAZONAR y no imitar. Razonar que, aunque parezca que se divierten, más tarde pueden tener un accidente. Además se vuelven adictos al alcohol y se meten en problemas, tarde o temprano, con sus familiares, amigos o algún desconocido, además de que perjudicarán su salud para toda la vida. Por tanto, aunque tus neuronas espejo te inviten a hacer lo mismo, debes tomar el mando de tus decisiones y hacer lo correcto delante de Dios.

Dios puso esas neuronas en tu cerebro. Pero también te ha dado la libertad de decidir. Desde hoy, haz el mejor uso posible de dicha libertad. Antes de simplemente imitar, razona, en el nombre de Jesús.

«En éste día pongo al cielo y a la tierra por testigos contra ustedes, de que les he dado a elegir entre la vida y la muerte, y entre la bendición y la maldición. Escojan, pues, la vida, para que vivan ustedes y sus descendientes» (Deuteronomio 30:19)

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