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domingo, 8 de febrero de 2015

Matutina de la Mujer: Febrero 8, 2015

Dolor de muelas


Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios.
El es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias. Salmo 103:2, 3


Desde hace más de dos años he tenido molestias en una muela, y he estado en contacto con mi dentista. Él primero pensó que era la muela del juicio, que estaba presionando la encía. Me operaron y me la sacaron, aunque no aseguró que esa fuera la causa de mi dolor. Y así fue, pues el dolor volvió. Íbamos a viajar y no quería irme con aquellas molestias. Entonces, otra vez visité al dentista; pero las radiografías no mostraron nada. Me indicó unos enjuagues bucales, y el dolor se calmó.

Transcurrió algún tiempo, y nuevamente apareció el dolor. Esta vez el dentista me recetó antibióticos, pues estaba seguro de que tenía una infección bucal. Cuando llegué a la cita, me tomaron radiografías, pero no hubo resultados claros. El doctor estaba seguro de que la raíz estaba muerta, así que me derivó a un especialista. Este detectó una infección en la raíz, ya muerta, de una muela. Me alegré, porque al fin había una solución a mis molestias y dolor. Me iniciaron el tratamiento necesario, que aún está en proceso, a fin de salvar la muela, pero ¡el dolor ya está en el pasado!

¿Será que tú habrás encontrado la solución a tu dolor? Quiero darte muy buenas noticias: nuestro Médico divino quiere ayudarte. No cargues sola el problema que te agobia y que te causa tanto dolor. Dios tiene tra­tamientos más modernos y eficaces de lo que podrías imaginar. Y ¿sabes una cosa? Él toma radiografías internas de tu corazón y sabe cómo te sientes ahora mismo. Él está ahí para recetarte el antibiótico que necesitas, a fin de que puedas encontrar salud espiritual y mental. También puede canalizar la raíz de tu vida para eliminar la amargura y la tristeza que te agobia, y aplicar la medicina de la paz y el contentamiento. Sí, Dios quiere restaurarte totalmente y poner fin a todo tu dolor. Solo entonces podrás decir con emoción: “¡Al fin encontré la solución a mi problema!”.

¿Quieres probarlo? No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy. Entrégate ahora al Señor.

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