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miércoles, 25 de febrero de 2015

Matutina de la Mujer: Febrero 25, 2015

El triunfo del amor correspondido


Fuerte es como la muerte el amor. Cantares 8:6



Entre las vivencias más desdichadas se halla la del amor no corres­pondido. Cuando el amor carece de reciprocidad, el afecto se re­cluye en el amante, como un fuego consumidor, donde los suspiros se
pierden en el olvido.

Este fue el caso de Lea. La historia bíblica narra que Lea era la hija mayor de Labán, que por engaño fue dada al patriarca Jacob en lugar de Raquel, a quien Jacob amába y por la que había servido siete años (ver Gén. 29:15-29). El drama que vivió Lea durante décadas se evidencia en el nacimiento de sus vástagos. Puso en cada uno de sus hijos su esperanza de conseguir el amor y el reconocimiento de su esposo. Al primer hijo, le dio por “nombre Rubén, porque dijo: ‘Ha mirado Jehová mi aflicción; ahora, por tanto, me amará mi marido’” (Gén. 29:32). Sin embargo, su anhelo sufrió una nueva frustración. Nuevamente consiguió quedar emba­razada, vaya a saber bajo qué humillantes condiciones establecidas por su rival (ver Gén. 30:14-16). Nació Simeón, y ella exclamó: “Por cuanto oyó Jehová que yo era menospreciada, me ha dado también este” (Gén. 29:33).

Pero en el caso de Lea, se cumplió aquello de que el amor todo lo puede. Luchó para conservar el amor por su esposo, hasta que logró alcanzar lo que siempre había anhelado. Raquel tuvo un mal parto y falleció cuando nació su hijo Benjamín (Gén. 35:16-20). Aunque no hay registros del matrimonio posterior a ese evento, seguramente Lea pudo disfrutar del amor de su esposo en sus últimos años de vida. “Lea debe haber sido una mujer piadosa, una esposa consagrada y una madre fiel”, reflexiona el Comentario bíblico adventista (t. 1, p. 401). “La excelen­cia de carácter de Lea, tanto como su sinceridad y piedad, finalmente produjeron un cambio en la actitud de Jacob hacia ella” (ibíd., p. 402).

Un hecho muy significativo, según la narración bíblica, son las últi­mas palabras de Jacob. Le pidió a José que lo sepultara “en la cueva que está en el campo de Macpela” (Gén. 49:30), y agregó: “Allí sepultaron a Abraham y a Sara su mujer; allí sepultaron a Isaac y a Rebeca su mujer; allí también sepulté yo a Lea” (Gén. 49:31).

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