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lunes, 16 de febrero de 2015

Matutina de la Mujer: Febrero 16, 2015

Hermosa princesita, hija del Rey


El sana a los quebrantados de corazón, y venda sus heridas.
Salmo 147:3


Érase una vez una hermosa princesita, bella y obediente, hija de un rey bueno. Su moralidad, incuestionable. Vestía un delicado manto de colores, símbolo de su pureza y estatus real. También había un príncipe malvado. El príncipe malvado estaba perdidamente enamorado de la princesita. Desesperado por no poder seducirla, comenzó a ponerse flaco y todo demacrado.

Un día, el príncipe malvado fingió estar muy enfermo. Por mandato del rey, la hermosa princesita le preparó comida con sus propias manos, y se la ofreció. Pero el príncipe no quiso comer. Pidió que la princesa le llevara la comida a su alcoba, y que todos salieran para poder estar a solas con ella. La princesita tomó los alimentos y los subió al dormitorio donde estaba tendido aquel príncipe, su medio hermano. Con inocente cuidado le ofreció un bocado, pero el príncipe perverso no estaba inte­resado en la comida. Con diabólica lujuria miró a la hermosa princesita y la tomó fuertemente. Ella gritó, suplicó, lloró y se defendió, pero el malvado príncipe pudo más y, con gran violencia, la deshonró hasta lo sumo. Rasgó su inocencia, su cuerpo, su espíritu y su existencia.

El príncipe sació sus bajos instintos, y dejó a la princesita destruida, desolada. Luego, la arrojó de su casa cual pestilente basura. Y se fue la hermosa princesa, hija del rey bueno, gritando, llorando, con las ropas y el corazón rasgados. Cuando se encontró con otro hermano, alguien que la podría defender, este le dijo: “Calla ahora… tu hermano es” (2 Sam. 13:20).

¡¿Calla?!

¡Cuántas princesitas, hijas del Rey bueno, van callando por el mundo! Alguien les ha dicho “calla”; calla porque el abusador es tu pariente; por­que el abusador es un dirigente religioso. Calla porque: ¡qué vergüenza!; porque tú te lo buscaste… Calla, calla, calla. Pero, querida princesita: ¡No calles! Eres hija de Dios, de un Rey bueno. Él te escuchará, sanará tus heridas, no importa cuán profundas sean. Él te dará fuerzas para no callar más. Porque si lo haces, no sanas; porque si callas, continúa el abuso; porque mientras callas, te consumes. Ya no calles, hermosa princesita, hija del Rey bueno.

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