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domingo, 15 de febrero de 2015

Matutina de la Mujer: Febrero 15, 2015

El quebrantamiento, un regalo de Dios


Bueno me es haber sido humillado, para que aprenda tus estatutos.
Salmo 119:71


Nunca pensé que aquel momento llegaría. Acababa de decir adiós al joven de quien nunca quise despedirme. Lo hice sufrir con mis palabras. Llegué con el corazón quebrantado y me pregun­taba: “¿Cómo llegué a este punto?”.

Lo había conocido un año antes cuando trabajamos juntos en un ministerio, y pronto nos hicimos buenos amigos. Nuestra amistad creció, y creíamos que podríamos servir más efectivamente a Dios como pare­ja. Estábamos muy felices, y hablábamos abiertamente de casarnos en un futuro cercano. Unos meses antes de nuestro primer aniversario de novios, sentí que Dios hablaba conmigo directamente desde su Palabra. Sentí que me llamaba a romper la relación. Me preguntaba: “¿Cómo puede ahora Dios decir no a esta relación?”.

Yo no lograba verlo, pero como les sucede a muchas otras mujeres de esta generación, mi novio llegó a ser más importante para mí que el mismo Jesús. En ese momento sentí el llamamiento, como el que Dios le hizo a Abraham para que ofreciera a su hijo amado en el Monte Mo­ría. Estaba convencida de que aquella relación era un regalo del cielo, tal como lo fue Isaac, el hijo prometido. La Biblia dice que Dios probó a Abraham para ver quién era más importante para él: ¿el regalo o el Dador? ¿La creación o el Creador? No debió de ser una decisión fácil, pero Abraham siguió adelante por fe. Y yo debía hacer lo mismo.

Te estaría mintiendo si te dijera que mi corazón se sanó completa­mente y que mi vida espiritual fue perfecta tan pronto tomé esta deci­sión para Jesús. ¡Aún sigo creciendo! Seguir a Cristo te puede parecer a veces lo más difícil que tengas que hacer, pero te puedo asegurar que es la decisión más importante de tu vida. Mi quebrantamiento me enseñó que, cuando nos vemos a solas y con solo Jesús a nuestro lado, aprendemos que él es lo único que necesitamos. El tiene un plan glorioso para nuestra vida. Ofrece a Dios todo lo que él te está pidiendo. Ponlo sobre su altar. ¿Tienes la fe y la confianza de que él quiere lo mejor para ti?.

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