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domingo, 15 de febrero de 2015

Matutina de Jóvenes: Febrero 15, 2015

¿Cuáles son tus hojas de higuera?


Cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales. Génesis 3:7.



Desde el pensamiento religioso oriental moderno que ha invadido a Occidente por medio del fenómeno de la Nueva Era, de base panteísta, los hombres procuran, a fin de evitar su dolor psicológico, minimizar el escándalo del pecado pretendiendo que todos somos “divinos” en potencia; que pertenecemos al gran “Todo” universal que llamamos Dios y que solo necesitamos rebuscar en nuestro interior muy profundo para conectarnos con lo divino que hay en nosotros. Bajo esta perspectiva, no existirían el bien y el mal como realidades antagónicas, sino que serían fenómenos complementarios, necesarios para el equilibrio cósmico. Sería solo nuestra ignorancia de nuestras potencialidades lo que nos mantendría en un estado inferior de existencia, que debe ser purificada mediante el “conocimiento superior” místico o esotérico, a través del contacto con fuerzas superiores mediante técnicas como el hata yoga, la meditación trascendental, el Reiki, la canalización; o ser purificados mediante sucesivas reencarnaciones.

Desde el humanismo secularizado y escéptico, cuando no ateo, el hombre se supone un ser producto de la evolución, en la cumbre de desarrollo de ese proceso, y lo único que necesitaría es educación y autodesarrollo psicológico y espiritual para dejar de ser un ser inadaptado.

Por otra parte, muchas concepciones religiosas judías y cristianas creen que si el hombre se esfuerza lo suficiente por llevar una conducta recta puede cambiar su condición moral y elevarse mediante sus propias fuerzas humanas, a tal punto que puede presentar estos logros ante Dios como méritos suficientes para que el Creador considere que debe “premiar” estos esfuerzos humanos con la salvación.

Todas estas “hojas de higuera” tienen un elemento en común, con distintos matices: el hombre cree ser su propio salvador.

Si, por el contrario, reconoces el mal de tu naturaleza, y sientes la necesidad de una ayuda exterior y superior a ti mismo para que te rescate, purifique, eleve y ennoblezca, y que te perdone por tus faltas morales, entonces lo que estás sintiendo es la necesidad de un SALVADOR. Y ese es el mensaje del evangelio: “Y llamarás su nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mat. 1:21).

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