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jueves, 12 de febrero de 2015

Matutina de la Mujer: Febrero 12, 2015

Feliz a solas


Alzaré mis ojos a los montes; ¿de dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová, que hizo los cielos y la tierra. Salmo 121:1, 2



La soledad es un drama de nuestros días. A menudo se la describe como una falta de conexión o carencia de compañía, sin embar­go, también se puede experimentar soledad estando rodeadas de otros seres humanos.

También hay muchas personas que viven solas, ya sea por elección o por las circunstancias de la vida. ¿Será que vivir sola significa soledad? ¿Qué diferencia hay entre estar a solas y vivir en soledad? Podemos estar a solas y sentirnos realizadas. Estar en soledad es tener un sentimiento de vacío y aislamiento. Las mujeres que han aceptado estar solas, pen­sando que es el plan de Dios para sus vidas, pueden ser muy felices.

Jesús a menudo se apartaba de las multitudes para estar solo. En esa quietud, se comunicaba con su Padre y obtenía las fuerzas necesarias para continuar con su misión. A nosotras también, en algunas ocasiones, el estar a solas puede ayudarnos a recargar nuestras baterías emocionales, espirituales y físicas.

Pablo estuvo solo, y fue bueno que lo estuviera. ¿Te imaginas a la señora de Pablo cuando le preguntaban por su esposo?: “Ah, mi Pablito anda en un crucero por el Mediterráneo”, o “está por las islas griegas”.

O si el hijito le preguntaba: “¿Y cuándo vuelve papi?”, ella tendría que contestar: “Papito no regresará pronto; otra vez está en la cárcel”.

Todos tenemos el poder de elegir. Podemos quejarnos de las cir­cunstancias o escoger seguir las directivas de Dios y aceptar la realidad. Podemos vivir con amargura y resentimiento, o contentarnos con la si­tuación. Pablo había aceptado la soledad, por eso escribió: “He aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación” (Fil. 4:11).

Cuando te invada un sentimiento de soledad, busca el lado positivo de las circunstancias. Si vives sola, agradece que Jesús está contigo. Si estás divorciada, consuélate sabiendo que Dios no te ha rechazado. Si eres madre soltera, recuerda que Dios te ayudará a criar a tus hijos. Si eres viuda, no olvides la promesa de la resurrección. En ocasiones puedes llorar y sentirte desanimada, pero len la certeza de que Dios le sostendrá.

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